Elsa vive en Aldea Asunción, en un extremo del departamento Gualeguay. En ese paraje rural, hace cuatro años, de visita a la casa de su ex suegra, fue alcanzada por la pulverización de un campo vecino. Desde entonces Elsa Romero carga con una extraña enfermedad producto de esa venenosa exposición. “Esa maldita enfermedad que me cambió la vida”, dice,  la encuentra hoy “luchando, porque no me queda otra, porque tengo tres hijos”.

 

Según los estudios y diagnósticos médicos que le dieron a Elsa Romero, de 41 años, su esclerodermia se desencadenó luego de una fumigación con agrotóxicos con la que fue contaminada en febrero de 2016. La esclerodermia es un trastorno anti inmune que el afecta la piel y el sistema muscular. Es una patología que desde entonces le hacen llevar  una vida mucho más “complicada”, dice la mujer, tratando de ajustar las palabras, ya que su principal preocupación es no dejar sola a su hija más pequeña cuando tienen que viajar a Paraná una vez por mes para realizarse los tratamientos médicos. Elsa debe someterse a quimioterapia y controles en general, ya que perdió la capacidad pulmonar y sólo puede alimentarse a través de un botón gástrico

 

La pelea de Elsa contra la enfermedad es diaria, porque son “remedios muy fuertes” que no le tienen que faltar, y también por no puede verse expuesta nuevamente a las fumigaciones, ya que su salud ha quedado muy vulnerable. Conocido su caso en Gualeguay poco a poco se le ha ido arrimando algo de ayuda que hasta hace poco tiempo era poco y nada. Tienen que estar cerca de la ciudad para que ante una recaída pueda ser rápidamente asistida en un centro asistencial.  Migrar del campo es una posibilidad, porque el peligro latente, ya que “las fumigaciones siguen… los aviones pasan, no tan cerca de casa, un poquito más lejos, pero pasan; en la Aldea hay muchos chicos”, contó hace poco a Canal 2 TV Color.

 

Elsa entonces tienen que pelear contra su enfermedad casi en soledad, con la necesidad de seguir el tratamiento para que no siga avanzando, y también debe cuidar se no exponerse a los venenos de las fumigaciones. “Los policías donde vivo me piden que haga una denuncia, pero no la quiero hacer, porque no conozco esa gente que viene (a fumigar); no respetan a nadie. En la Aldea hay muchos chicos –yo soy la más afectada–, pero nadie toma una medida. Hoy en día hacen lo que quieren, se siguen con las fumigaciones, no se puede salir. Hoy no se es dueño de nada; si tengo que salir, tengo que salir con un barbijo por mi estado de salud que se ha ido complicando”, describió.  “Esta maldita enfermedad me ha cambiado la  vida, pero tengo que seguir adelante, no me queda otra, tengo tres hijos y lo que me queda es seguir luchando”.

 

De la Redacción de ERA Verde

 

Fuentes: Canal 2 de Gualeguay – Conclusión.