El alerta lo dieron vecinos del Paraná Viejo, una zona de la gran isla La Invernada, jurisdicción de Victoria y ubicada estratégicamente frente a la santafecina ciudad de Rosario. La publicidad de una fiesta electrónica en uno de los paradores de ese sector del Delta comenzó a amenazar los planes de un fin de semana largo de disfrute, de paz y de tranquilidad en el castigado humedal. Y lo inquietante está por venir. Oficialmente para la temporada de verano se habilitaron 15 paradores y están listos para poder “operar”, se indicó a diario La Capital desde la Legal y Técnica del municipio entrerriano.

La habilitación y fiscalización de los paradores del Delta frente a la costa santafesina es jurisdicción del municipio de Victoria, Entre Ríos. Y según explicaron desde la Municipalidad, para este año se habilitaron 15 paradores en los humedales bajo su jurisdicción. En estos lugares suelen llegar grandes flotas de embarcaciones de todo tipo; lujosos yates, canoas, kayaks, motos de agua y embarcaciones livianas a motor. La cita son las estruendosas fiestas electrónicas que se realizan en estos boliches al aire libre, en jornadas multitudinarias de música y bebidas alcohólicas que suelen extenderse de sol a sol.

 

“Todos los paradores pasaron las revisiones técnicas, pueden operar”, afirmó a diario La Capital el asesor legal de la comuna de Victoria, Elías Ruda, al mismo tiempo que reconoció que para la temporada estival se preparan para recibir una gran afluencia de visitantes a las islas durante todo el verano.

El funcionario precisó que “en principio no está prohibida la realización de fiestas en la isla”, y si bien tienen que solicitar un permiso para esta actividad “es algo tributario para que paguen un porcentaje de las entradas”.

 

De todo modos planteó que los bares de playa habitualmente funcionan con gran afluencia de personas, y “generalmente, no advierten que van a hacer alguna actividad especial” (SIC).

¿CONTROLES?

 

Pero la realización de las fiestas electrónicas en el humedal no cae bien a todos, ya que desde hace varios años ya se las viene criticado por quebrar la tranquilidad en las islas del Delta. Y los habitantes de la zona temen por la contaminación auditiva y el peligro en la navegación por el manejo de embarcaciones por personas con alto dosaje de alcohol en sangre en un sector resguardado por la ordenanza Nº 2.185/03 que declara la zona reserva natural y la ley provincial Nº 10.671 que declara natural protegida todos los humedales del ejido de Victoria.

 

La realización de fiestas más o menos masivas en los paradores isleños no es un fenómeno nuevo –señala el informe periodístico de periódico rosarino–, pero la actividad se incrementó notablemente durante el verano del año pasado, cuando las restricciones para evitar contagios de Covid-19 fueron estrictas con la actividad nocturna en lugares cerrados. De hecho ERA Verde informó de las “clandestinas” en el Delta, donde tuvo que actuar la Policía de Entre Ríos para desbaratar reuniones danzantes de hasta 1.200 asistentes a lugares previstos para un aforo de 120 personas, poniendo infringiendo las medidas sanitarias y de cuidado del área natural protegida.

En el mismo verano del 20/21 Prefectura Naval Argentina anunció que se reforzarían los controles de alcoholemia tanto en el río como a la salida y al regreso de las guarderías náuticas con asiento en Rosario para evitar que se navegue habiendo consumido bebidas alcohólicas. Sin embargo, según advierten los vecinos de la plácida zona del Paraná Viejo, los operativos de fiscalización son mínimos para la magnitud que tiene el problema.

 

VECINDAD

 

El malestar en la zona creció esta semana cuando se empezó a promocionar la realización de una fiesta electrónica para este sábado 20 de noviembre al mediodía. “Waves” es el nombre con el cual el bar de playa Garden promociona la actuación de Matías Sundblad, Londongroup, Sergio Saffe y Ale Scocco.

 

“El Paraná viejo fue tradicionalmente una zona tranquila, muy familiar, estos megaeventos avasallan todo”, argumenta un vecino que hace tres años decidió levantarse en rancho en la zona y acepta hablar después de que se le garantiza que no será identificado.

 

Molesto por el “descontrol” que ronda a los paradores, advierte que las fiestas suelen ser masivas y que convierten a la isla en “tierra de nadie”.

Otra mujer que lleva varios años en la zona recuerda que “el territorio del delta es un humedal protegido, pero Entre Ríos no tiene una postura firme ni clara para ordenar las actividades que pueden desarrollarse”, por ejemplo la realización de fiestas donde se escucha música a altos volúmenes, afectando a la fauna del lugar.

 

Para otro antiguo habitante de la zona, “el problema no es la música electrónica”, sino el “consumo excesivo de bebidas alcohólicas y la forma en que después se conducen yates, lanchas y motos de agua” que circulan por el río como si lo hicieran en una pista de carreras.

 

En la zona sobran las anécdotas sobre siniestros recientes: a una vecina le chocaron la lancha que estaba amarrada al muelle, otro vecino vio cómo su muelle caía por el empuje del agua que hacía un yate a circular a gran velocidad por la zona, a otro las olas le hundieron la embarcación. Los controles de alcohol en esa zona del río, “brillan por su ausencia”, afirma.

“Esta zona es un lugar privilegiado, a donde la gente viene a disfrutar del paisaje, de la naturaleza y la tranquilidad. Estas fiestas trastocan absolutamente ese ambiente”, suma otra vecina del Paraná viejo.

 

Según describe, la afluencia de gente empieza al mediodía, cuando en ese brazo del río ahora con escasa profundidad por la bajante “se produce un desfile de embarcaciones”. Sin embargo, aclara, la peor parte llega entrada la noche y casi sobre la madrugada cuando la gente empieza a regresar a su casa.

 

“Ahí se produce un descontrol, porque la bebida alcohólica circula como agua y cuando vuelven, las embarcaciones están cargadas de jóvenes y circulan a toda velocidad”.

 

Tal es la afluencia de lanchas y yates, afirma, que el parador abrió un canal perpendicular al río, una suerte de embarcadero, para que puedan estacionar con más comodidad “porque el espacio de frente les queda chico”, dice y advierte sobre el impacto ambiental que tiene el movimiento de tierra y la apertura de canales.

 

 

Fuente: Carina Bazzoni / La Capital de Rosario

De la Redacción de ERA Verde