Por Juan Casís (*) Las tristes noticias de los últimos días, sobre el fallecimiento de una ciclista y un ciclista en nuestra ciudad, me lleva a compartir algunas reflexiones que he venido masticando hace un tiempo y que no tienen otra pretensión que sumarme a las expresiones y debates que están latiendo al ritmo de este dolor reciente.

 

Antes que nada, quiero decir que, desde mi óptica, no tiene ningún sentido convertir esto en una batalla entre bicicletas y autos. No existe un colectivo de “automovilistas” y otro de “ciclistas” que salen a la calle a pelear la batalla final del uno contra el otro. Muchos ciclistas son también automovilistas y aunque esta afirmación parece una obviedad, si nos asomamos a muchísimos comentarios en las redes, parece que mucha gente considera que se trata de dos especies extrañas e irreconciliables.

 

Las ciudades, no están pensadas para que las transiten los ciclistas con seguridad. Bueno, tal vez más propio sería decir directamente que no están pensadas: se van construyendo remendando las demandas de quienes mejor se hacen oír, o alrededor de intereses económicos o corporativos que operan directamente sobre las decisiones que se toman.

 

EL ESTRÉS VIAL EN PARANÁ

 

Paraná está viviendo una explosión del parque automotor. Las “horas pico” cada vez se extienden más, se producen embotellamientos en las calles troncales, circular por el centro  es una verdadera tortura, faltan lugares para estacionar, todo el tiempo aparecen estacionados en doble y triple fila, obstruyendo garajes, pasajes peatonales o espacios para la discapacidad, etc.

 

Paralelamente, esta situación que crece y crece va generando impaciencia, gritos, arranques de violencia, y un número no relevado de enfermedades asociadas al estrés.

Frente a esto, la respuesta del municipio pasa por poner más inspectores, ensanchar las calles, colocar infinitos semáforos, en fin: reconvertir una y otra vez la infraestructura ciudadana para que el principal problema siga creciendo, pero más ordenado y cómodo.

 

PENSEMOS MEJORES CIUDADES

 

Una de las soluciones a esta crisis del tránsito en las ciudades es La Bicicleta. No es la única por supuesto, pero sí una que está muy a mano.

 

En las ciudades, el uso de las bicicletas no genera contaminación de gases ni sonora, permite ahorrar dinero y muchísimo tiempo (sobre todo en recorridos cortos), aporta significativamente a mejorar la salud física y mental de los usuarios, ahorra también muchísimo espacio público.

 

Además es un vehículo adaptable a muchísimas necesidades de transporte y de paseo si se cuenta con una adecuada infraestructura y con un impulso decidido del Estado y de los particulares, recordemos que en otros países de Latinoamérica existen bicicletas para transporte de personas que con una determinada tecnología de transmisión y rodamiento, son posibles de movilizar por una sola persona.

 

No es éste el lugar para realizar un listado minucioso de todos los beneficios que traería popularizar, promover y proteger el uso de las bicicletas en la ciudad, sólo nombro lo mínimo que uno puede observar desde la práctica diaria, pero indudablemente, si quienes ejercen lugares de decisión se detuvieran un poco en profundizar al respecto, seguramente podrían adoptar medidas revolucionarias para la actualidad y sobre todo para un futuro de mediano y largo plazo.

 

Cambiar la lógica de gobierno para mejorar la vida en la ciudad

Los gobernantes, presentes y futuros deben comprender que el uso de la bicicleta es una necesidad urgente del estado y la sociedad.

 

Hay muchísimos trabajadores y trabajadoras que se movilizan diariamente por las calles para ganarse el pan, poniendo en juego su integridad física. Hay ciclistas que la usan con fines deportivos, de salud, recreativos, etc. que no son atendidos por el municipio.

 

Esta no es una expresión antojadiza: ¿cuántas obras de ensanche o arreglos importantes en calles de Paraná están contemplando un camino exclusivo y seguro para las bicicletas? No creo que la responsabilidad única y exclusiva sea de las actuales autoridades. En Paraná y en la mayoría de las ciudades, esta falta de políticas viene de hace décadas, un poco por imprevisión o incapacidad, un poco por el cambio en los hábitos de consumo del sistema capitalismo en el que vivimos. Lo cierto es que, a todas luces, existe un crecimiento exponencial del uso de la bicicleta en los últimos años que no ha tenido el correlato necesario de las medidas gubernamentales.

Aún con las mejoras posibles, aplaudo la implementación de las bicisendas o ciclovías generadas en el acceso sur o en la costanera, así como la implementación de las bicicletas públicas, pero la trágica muerte de Lila y de César nos ponen de cara a la Urgencia de generar políticas y acciones concretas, planificando, fijando objetivos y plazos. Poniéndose en marcha.

 

PROPONER, ESCUCHAR ¡DIALOGAR!

 

Y pensando en voz alta, creo que además de una transformación vial de la ciudad, masificando las vías exclusivas y seguras para el tránsito de las bicicletas, el Estado debe encarar un apoyo concreto para el equipamiento de seguridad -cascos, luces, etc. etc.-, así como periódicamente se afectan recursos para apoyar la seguridad de motociclistas y automovilistas, es hora de incluir a este sector ciclista en claro crecimiento. También debe facilitar el acceso a este vehículo no contaminante, no sólo a individuos sino también a familias y apoyar emprendimientos que tengan a la bicicleta como principal soporte. Por su parte, en cada oficina pública donde sea posible, debe permitirse el estacionamiento temporal de las bicicletas, así como implementar en cada vereda o calle donde sea posible y necesario, estacionamientos exclusivos y seguros para dejarlas.

Pero por sobre todas las ideas, propuestas aisladas, atinadas o desatinadas, de coyuntura o mediatas, urgentes e importantes, se impone El Diálogo que nos permita debatir poniendo sobre la mesa el conocimiento y el estudio de tanta gente e instituciones que ya vienen desarrollando el tema. Un Diálogo que, también nos ayude a bajar los niveles de violencia individual y social que vivimos, que nos oriente hacia una cultura más responsable y empática de nuestro comportamiento en las calles y lugares públicos.

 

Nos duelen estas muertes tan injustas e innecesarias. Por Lila y César, y por tantos más, nos debemos como Estado y Sociedad ponernos en marcha sin demora.

 

 

(*) Tomado del muro de Juan Casis, comunicador, promotor comunitario, socio fundador de la Asociación Civil Barriletes de Paraná.