Por Nicolás Indelángelo (*). Retomo algo de lo planteado en este mí muro del 22 de noviembre del ya «año pasado», cuando era evidente que se venía la declaración de la «emergencia agropecuaria» por sequía. En nuestra provincia salió a través del decreto n° 4.727 del 28 de diciembre. Entonces, una vez más, las y los productores tramitan en estos días sus certificados y podrán acceder a la (necesaria claro) ayuda gubernamental. Lo que observo como un grave problema es que esto que estamos atravesando no es «una sequía», y que la ayuda apunta sólo a «pasar el mal trago» y que todo siga igual (o incluso, como explicaremos, peor).

Digo que no es «una sequía» porque entiendo que lejos de ser una simple y recurrente estación con precipitaciones por debajo de lo normal, lo que estamos observando es el resultado de todos estos años de capitalismo en el agro

Digo que no es «una sequía» porque entiendo que lejos de ser una simple y recurrente estación con precipitaciones por debajo de lo normal, lo que estamos observando es el resultado de todos estos años de capitalismo en el agro (siempre en nombre del nunca logrado progreso/desarrollo). Esto de «separarnos de la naturaleza» bajo la lógica occidento-capitalista-patriarcal nos trajo hasta acá. Hemos deforestado, roto los ciclos hidrológicos, erosionado los suelos, contaminado aguas y aire, eliminado especies de todo tipo de seres, sobre-simplificado los paisajes, agigantado las mega urbes de cemento, emitido muuuuucho Carbono  (y otros Gases de Efecto Invernadero) a la atmósfera; y sí, estamos viendo lo que vemos.

 

Frente a esto, tanto gobernantes como «dirigentes» rurales se sientan en lustrosas mesas a disputar recursos y trazar acciones. Disputan quién se lleva que porción de la torta, pero la torta no se toca. Lamentablemente ambas partes pretenden seguir con la pata firme en el acelerador de esta gran nave llamada «desarrollo» que nos lleva rápido y cuesta abajo a niveles de distopía cada vez mayores.

 

Ahí anda el «ministro de economía» compensando los aumentos en los costos de los alimentos balanceados (por el llamado dólar soja) a los sectores que lo sufrieron, tambo, avicultura y porcicultura, y compensando a los productores de soja y maíz que no liquidaron bajo esa rara pizarra. Y lo hace mientras entrega como parte de pago de una ilegítima y fraudulenta deuda externa parte de los miles de millones que logró captar con una suerte de devaluación encubierta, soplada por el lindo de Aracre, y que además de golpear en «los sectores productivos» azota la azotadora inflación que cae con más fuerza en los sectores más pobres, porque como sabrá el ministro, la soja está en la mesa, junto a lxs argentinos y todos los agrotóxicos que la acompañan durante su crecimiento y desarrollo. Y lo aplauden.

Y llegarán Aportes No Reembolsables, créditos, y ayudas varias. Pero todo seguirá igual. Seguirán los suelos muriendo, los arroyos conduciendo glifosato con agua, o glufosinato.

Y llegarán (no sin antes desatarse una infinidad de peleas a cuchillo y/o pistola por algo de pasto/maíz/agua o lo que se consiga) Aportes No Reembolsables (ANR), créditos, y ayudas varias (¡bienvenidas!). Pero todo seguirá igual. Seguirán los suelos muriendo, los arroyos conduciendo glifosato con agua, o glufosinato -ahora que los organismos HB4 están «aprobados»- y así seguirán las tendencias de desaparición de productores chicos (-25% en Entre Ríos en los últimos 20 años) y de la concentración de recursos en manos de pocos, más pobreza, desnutrición, y alguna que otra «pandemia» cada tanto para que cruja un poco más todo.

 

Y la ciencia de las (Raquel) Chan seguirá buscando «eventos» y «seres» que se acomoden a los desiertos que la misma ciencia va generando, y que también se banquen los nuevos químicos que se necesitan para seguir desertificando.

 

Es muy triste/angustiante/lamentable no escuchar a nadie plantear que ante esta situación hay que ir por soluciones de fondo. Atacar los problemas. No solo «zafar» para luego tener que volver a zafar, una e infinitas veces.

 

Plantar millones de hectáreas de bosques, vaciar ciudades, socializar/democratizar medios de producción, implementar modos otros de producción, intercambio y consumo. Todo esto y más.

 

Y preguntarse: ¿Es posible esto con este «ordenamiento social»?

 

No. Con el exitoso (disculpen la ironía) capitalismo no es posible.

Habrá que crear formas otras, formas en las que las cosas gruesas, las que nos afectan a todxs, las podamos discutir/definir entre todxs.

Habrá que crear formas otras, formas en las que las cosas gruesas, las que nos afectan a todxs, las podamos discutir/definir entre todxs. ¿Por qué no pensar que las cocineras de los merenderos de los barrios puedan participar de los programas económicos, o los ciclistas de los trazados urbanos, o los campesinos y chacareros de las políticas agrarias? No son alternativas. Es lo que nos queda si queremos dejarle a la gurisada un espacio habitable, disfrutable, amable.

 

Disculpen la angustia. Es que la foto es de las «praderas/chacras» que recorro en estos días.

 

No miren abajo. ¡Salud!

 

No mires abajo

 

(*) Tomado del muro de Nicolás Indelángelo; ingeniero Agrónomo, promotor de la producción y prácticas agroecológicas.