Es el más grande entre los sapos y ranas de Argentina y el Uruguay. La hembra puede llegar a medir hasta 25 centímetros y pesar 2 kilogramos. Es un gran predador y fundamental para los ecosistemas de pastizales húmedos y montes ribereños. Y no sólo su tamaño impone respeto. El sapo buey (Rhinella schneideri) o kururú en lengua guaraní (cuerpo hinchado), se caracteriza por generar secreciones venenosas como mecanismo de defensa. Ejemplares de su tipo suelen vérselos en zonas pobladas e incluso ciudades. En estas situaciones, las mascotas pueden toparse con estos especímenes y sufrir de intoxicación por la ingesta de las toxinas de la piel de estos sapos, como los casos que han trascendido últimamente en Entre Ríos. Especialistas consultados por ERA Verde coinciden en que son animales tímidos y no agresivos, pero que si un perro que lo ha querido atrapar sufre ciertos síntomas, debe ser tratado inmediatamente con un veterinario.
El kururú o sapo buey posee glándulas detrás de los ojos y en las patas traseras que secretan una sustancia irritante ante el ataque de un depredador. Esto lo hace un animal de temer por otros incluso de mayor tamaño. Fue lo que sucedió hace algunos días en el departamento Uruguay, cuando un vecino de Urdinarrain contó que sus perros habían sufrido una intoxicación al tomar contacto con uno de estos anfibios y que incluso uno de los canes falleció. Hubo un cierto revuelo, pero lo cierto es que es un animal que forma parte de nuestros ecosistemas, comentó en diálogo con ERA Verde el biólogo Alfredo Berduc. “El tema es que sí tiene unas glándulas subcutáneas con veneno para defenderse de depredadores y un perro al morderlo se intoxica”.
Este tipo de especie está distribuido en toda América, agregó la médica veterinaria Silvina Saavedra, quien comentó que se alimentan de insectos, arácnidos, vertebrados e incluso pequeños mamíferos en algunos casos. “En su piel, posee toxinas. La bufotoxina que es similar a los glucosidos cardíacos, una digoxina que genera el aumento de la fuerza de contracción del corazón. Además, adrenalina y noradrenalina y bufotenina, que es un alucinógeno”, precisó.

ATENCIÓN
El contacto de perros e incluso gatos con este tipo de animales puede ser entonces un episodio que puede darse dado su distribución geográfica y los hábitats de nuestros territorios. “En caso de intoxicación, (en las mascotas) puede observarse salivación, náuseas, vómitos, arritmias, hipo o hipertensión y convulsiones”, enumeró Saavedra a ERA Verde.
“La intoxicación se da por ingestión. En el caso de los perros, al morderlo, ya que la toxina está en la piel, rugosidad qué se ve. En humanos, no en nuestra cultura, pero sí en países donde se consumen los sapos, suelen ocurrir intoxicaciones cuando no se prepara adecuadamente”, agregó.
“No son animales agresivos”, coincidieron los profesionales consultados, pero sí recordaron que la toxina está en la piel, por lo cual es mejor evitar tocarlos. Y en caso de hacerlo, es fundamental el lavado de manos.
COSTUMBRES

El kururú es “un predador natural y de mucha utilidad. Cuidarlos es importante”, subrayó la epidemióloga. “Tienen diversos hábitats, pero siempre para su reproducción buscan lugares donde hay agua. Las hembras colocan los huevos y el macho los fertiliza. Luego de dos a tres semanas, nacen los renacuajos. Después de 3 meses, ya salen del agua”, describió.
“En caso de ver intoxicado al animal, lo más frecuente es ver la salivación y a veces tambaleó. Llevarlos de inmediato al veterinario es lo aconsejable”, redondeó Saavedra.
Fotos interior: Administración de Parques Nacionales / Silvina Enrietti.
De la Redacción de ERA Verde
