Por Andrés Barbagelata (*). La laguna de Carachi Pampa es roja y se contrapone al blanco inmaculado del salar que lleva el mismo nombre, pero también es verde en una de sus partes, y cuando te acercas los flamencos en busca de tranquilidad toman envión y alzan vuelo mostrando sus rosadas alas. El volcán Carachi Pampa es negro de fondo; se impone, brota y se eleva solitario desde una inmensa pampa pedregosa rodeado por lo que fue su lava derramada. Tierra y rocas negras llegan hasta el salar también, en unas praderas verdes de pasto que le dan vida las vertientes naturales mechadas entre el salar, las lagunas y los restos de lava. Pastan llamas y ovejas y algunas indómitas vicuñas. En ese entorno unas pequeñas arboledas entre corrales de troncos que fueron regadas a balde por años y años y unos centenarios corrales circulares en piedra, son la marca y la pequeña huella de la presencia humana en siglos de ocupación. Para el otro lado de la laguna, al este, una cadena de cerros terracotas parece teñir la laguna y ser la causa de su color rojo. La pampa, un mar árido de piedras y arena se extiende por más de 50 kilómetros tanto para el norte como para el sur. A lo lejos, al sur, en lo alto de esta pampa, se puede ver el extraordinario y blancuzco campo de piedra pómez que se pierde entre los cerros. Una explosión de colores y de vida en lo que pareciera la aridez más extrema. Todo tan real que pareciera irreal.
En estas tierras vive don Román, él no tiene datos precisos de cuantas generaciones lo precedieron en habitar estas tierras. Don Román con su ganado de ovejas y llamas han sobrevivido orgullosamente a estas inhóspitas tierras, soportados los crudos y ventosos inviernos, generación tras generación recorriendo cerros y quebradas según la temporada en busca de pastos. Lo había conocido en Antofagasta de la Sierras para la feria de la Puna, en la casa de Delfina, su sobrina.
Con una mirada don Román transluce simpleza, bondad e inocencia; de sonrisa fácil y también de lágrimas fácil, don Román es de esas personas queribles desde el primer instante en que lo ves.
Terminada la feria donde nos conocimos, partimos todos para su casa en Karachipampa para realizar unos trabajos que tenía pendiente y necesitaba ayuda, hacer unos corrales, sacar sal, castrar y marcar los corderitos.
EL LADO B DE LOS SALARES
Además de la sorpresa del lugar donde vive don Román, en esa visita conocí la vida en esta inmensa aridez; entender cómo es esa adaptación en este frágil ecosistema, donde el agua dulce es un bien escaso y adorado; compartir su trabajo y ricos asados de llama o cordero; disfrutar del orgullo que tiene por su ganado, su tierra y su forma de vida. También me encontré con la sorpresa que en esas tierras que habitaron sus ancestros por generaciones hoy en día se encuentra instalada la minera Morena del Valle Minerals SA, de capitales canadienses. Un día, sin consulta ni advertencia, desembarcaron camiones y camiones, y se instalaron. La Gobernación y el municipio alegaron que esas tierras son tierras fiscales, y dieron los permisos necesarios para la excavación y extracción de litio en el salar de Carachi Pampa, por lo que tienen prohibido el acceso a la zona de extracción y sus alrededores. Un abuso sin medidas a esta gente que no tiene quién los defienda, represente o asesore; tampoco tiene noción alguna de sus derechos –don Román es analfabeto–, simplemente le habían dicho que unos abogados se encargarían de hacerle las mensuras de su “parcela”.
Esos días azorado veía como camiones venían y bombeaban agua de una represa donde don Ramón tiene para sus animales; simplemente le habían dicho que iban a sacar agua aprovechando de su bondad y docilidad. Dio la casualidad que justo esos días que lo visité nos encontramos con la situación que el pozo de agua para el consumo de la vivienda no se recargaba y nos quedamos sin agua. La empresa se presentó ante el reclamo con unos geólogos para hacer medidas del pozo y estudios del agua, como lo habían hecho tiempo atrás cuando unos de los pozos de agua donde los animales beben apareció con un color rojizo; registro del que nunca presentaron los resultados.
Lo que fui viendo desde que entré a la Puna catamarqueña, intentando hacer foco en una mirada sobre las maravillas naturales sin entrar en la cuestión minería chocó con una triste realidad: el abuso al cual son sometidos los pobladores como si estuviéramos en la época de la colonia. Todo por la devastación cultural y natural que queda en la búsqueda de litio, al que llaman el “oro blanco”, en un proceso que recién parece comenzar.
TURISMO O MINERÍA
Catamarca esta entre estas dos tensiones, dos actividades que vienen creciendo muy fuerte. En muchos casos recién se están conociendo las incontables maravillas naturales que esta provincia tiene para ofrecer sobre todo en esta Puna, en estas tierras altas, por lo que el turismo se viene desarrollando a gran velocidad estos últimos años. Pero por otro lado el aumento del valor del litio en el mercado mundial lleva a las empresas internacionales a poner su interés en la región incentivadas por el poder provincial y nacional.
Actividades que claramente no son complementarias. Tan actual es este problema que hace un par de semanas, al pasar por Antofalla, una hermosa vega entre tanta aridez, en el pueblo se presentó una situación inimaginable a su oferta de hospedaje y servicio de restaurante a los visitantes. Por eso días observé cómo diferentes empresas mineras averiguaban alquiler de habitaciones para sus trabajadores, ya que se están desarrollando excavaciones para extraer litio del salar de Antofalla. Es así que fueron alquiladas todas las camas disponibles y también el restaurante para uso exclusivo de las mineras. Pan para hoy, hambre para mañana.
Por diferentes motivos pude asistir a reuniones de directivos de empresas mineras con representantes de las comunidades y escuchar sus discursos. En la Fiesta de la Puna, en Antofagasta, oí a los directivos de la empresa estadounidense Livent. Se trata de una firma instalada en Catamarca en el Salar del Hombre Muerto hace más de 20 años, con comprobados resultados irreparables al ecosistema de la zona y a la cultura local. Los directivos de Livent hablaban de sustentabilidad, de sostenibilidad y del desarrollo de los pueblos tan impunes, tan hipócritas que alarma. Tal vez con la misma hipocresía que escribo y envió este relato desde un teléfono que utiliza litio, si pienso lo que dijo el directivo en su discurso: “Tenemos que estar orgullosos de que en los teléfonos que tenemos en nuestros bolsillos tenemos litio argentino”; y sentí ser responsables también de esta explotación.
Ahora me vuelve una y mil veces la pregunta de los límites, de nuestros límites, los límites del consumo y sus consecuencias, de la responsabilidad de cada uno en esta explotación en esta carrera hacia la propia degradación. Hasta qué punto llegará esta curva ascendente-decadente del consumo cuando llegaremos a ese límite y cuáles serán las causas que nos hagan llegar a ese límite.
Esta semana pasando por Andalgala me encontré con una ciudad que está luchando por el derecho al agua. Se está instalando una mega minería a cielo abierto unos 14 kilómetros río arriba. El Estado, como nos tiene acostumbrado, defiende los intereses privados y manda a reprimir en las manifestaciones, reprime el derecho de autodeterminación de los pueblos.
(*) Arquitecto viajero.
Fotos: IG / @el_otro_en_mí
Especial para la Redacción de ERA Verde