A la edad de 52 años falleció el ex trabajador rural oriundo de Basavilbaso quien encarnara el más crudo testimonio de los efectos nocivos de los agrotóxicos.
Fabián Amaranto Tomasi padecía de “polineuropatía tóxica severa”, enfermedad adquirida a poco de comenzar a trabajar en la carga de aviones fumigadores sin protección.
Por este padecimiento su cuerpo fue transformándose en un saco huesos, ya que no podía comer sólidos, caminar erguido, así como tampoco utilizar sus brazos y piernas con soltura debido a la merma en la elasticidad de sus nervios y volumen muscular.
Su patología fue diagnosticada poco después de comenzar a dedicarse al servicio de apoyo terrestre para el esparcimiento aéreo de agroquímicos. A esta tarea llegó por su afición a los aviones. Antes había probado suerte como obrero de la construcción, carpintero y otros quehaceres en el campo.
“Nunca pensé que (me) iban a descuidar tanto. Yo tenía que abrir los envases (de agrotóxicos) que dejaban al costado del avión, volcarlo en un tarro de 200 litros para mezclarlo con agua, y enviarlo al avión a través de una manguera”, contó hace unos años en un reportaje a Télam.
Era empleado en negro y sus patrones nunca le dieron vestimenta adecuada para protegerse del contacto con los pesticidas como el glifosato y sus tóxicas emanaciones al que se veía expuesto al manipularlo.
“En verano, trabajábamos en pata y sin remera, y comíamos sándwiches de miga debajo de la sombra del avión que era la única sombra que había en las pistas improvisadas en el medio del campo. La única instrucción que yo recibí fue hacerlo siempre en contra del viento, así los gases no me afectarían”, contó.
“El agricultor te decía: ‘echale todo, ¿para qué vas a dejar?, ¡con lo que me salió!” Pero no es así, eso lo tenía que ordenar un ingeniero agrónomo. Y entonces, en ves de echar 600 milímetros, echábamos un litro, o litro y medio por hectárea, y nosotros tragábamos todo eso”, describió.
Al poco tiempo su salud desmejoró y le dieron el diagnóstico de este síndrome neurológico que sumaba enfermedades inflamatorias y degenerativas. Luego también adquirió diabetes.
Su caso pronto trascendió en los medios masivos de comunicación junto con su activismo en las redes sociales. Además, su testimonio en el libro Envenenados de Patricio Eleisegui lo llevó a ser un referente en la lucha ambiental.
Por esta visibilidad que le dio al problema y la militancia contra los herbicidas, Tomasi en su pueblo se convirtió en un paria, en un crudo reflejo de lo que sus vecinos no están aún dispuestos a ver. Recibió amenazas y su humilde vivienda apedreada al punto tal que le rompieron todos los vidrios de sus ventanas.
Finalmente, este viernes se conoció su deceso. El periodista Eleisegui en su perfil de Facebook publicó la penosa noticia.
“No se pudo recuperar de la última internación en su pueblo, Basavilbaso, allá en Entre Ríos. Cuento esto desde la certeza de que su ejemplo ha sido siempre determinante para tantos de nosotros. En medio del dolor y el estupor, lo primero que me surge es la certeza de haber conocido a una persona mágica, un luchador sin par. Un hombre determinante en mi vida y también para la de muchos. Una historia símbolo. La gesta de alguien predestinado a la tarea de abrirnos los ojos. Devolvernos a lo humano. Ahora, desde hoy, Fabián, nuestro Fabián, es eterno”.
Silvio Méndez
@silviomzen