Por Maximiliano Gómez (*). La cumbre climática COP 30 en Belém, Brasil, dejó una impresión difícil de esquivar: el proceso internacional muestra fisuras, demoras y contradicciones que chocan de frente con la urgencia climática. Las negociaciones volvieron a evidenciar límites para acordar definiciones estructurales, incluso en temas que el propio consenso científico considera ineludibles, como la necesidad de abandonar progresivamente los combustibles fósiles que explican el aumento sostenido de la temperatura media global. Los análisis coinciden en que la arquitectura multilateral está tensionada y que la acción climática requiere más claridad, más velocidad y más decisión que la que hoy ofrecen los espacios formales.

 

En este escenario complejo, Entre Ríos sostuvo una participación activa y con impronta propia. No se trató solo de estar presentes, sino de afirmar una agenda provincial que combinó planificación, gestión técnica y articulación internacional. La presencia entrerriana permitió mostrar que nuestra provincia puede tener voz, propuestas y vínculos estratégicos aun cuando el tablero global transita un momento de dudas y falta de definiciones.

 

La experiencia de Belém también expuso las limitaciones que afectan directamente a los territorios. La incertidumbre en torno al financiamiento climático, la ausencia de señales claras sobre la transición necesaria para avanzar en una economía baja en carbono y la falta de un horizonte común generan obstáculos para políticas locales que necesitan previsibilidad: adaptación, economía circular, planificación hídrica y reducción de riesgos. Cuando los mecanismos globales no se traducen en recursos ni cooperación sostenida, las brechas entre regiones se amplían y los esfuerzos locales pierden impulso.

 

Frente a esto, Entre Ríos reafirma la necesidad de acompañar las metas globales, pero defendiendo que la transición sea justa, equilibrada y profundamente federal. Esto implica advertir que las reglas financieras y comerciales no deben profundizar desigualdades territoriales, y que ninguna política climática será sostenible si no reconoce el rol estratégico de los gobiernos subnacionales. En ese marco, la provincia impulsa proyectos que requieren continuidad, asistencia técnica y esquemas de cooperación, como los promovidos a través de la Alianza Verde Argentina desde su creación en 2024.

 

La participación en la COP 30 permitió, además, fortalecer vínculos con organismos y actores que trabajan de manera directa con gobiernos locales y provinciales, abriendo oportunidades para proyectos de mediano plazo. Ese posicionamiento no es un gesto ceremonial: es parte de una estrategia que busca que Entre Ríos pueda aprovechar cada ventana real de financiamiento, cooperación y construcción de capacidades en un contexto global donde esas oportunidades no abundan. Entre las reuniones mantenidas se destacan los avances en cooperación con el Consorcio Brasil Verde, con el Fondo de Adaptación u otros actores de la cooperación, orientados a fortalecer capacidades provinciales para acceder a instrumentos de financiamiento climático y promover iniciativas regionales de adaptación y desarrollo bajo en emisiones.

Entre Ríos destacó la cumbre climática COP30 como espacio de foro, negociación y acuerdos

 

La conclusión es tan simple como contundente: la acción climática no puede quedar atada a la velocidad del consenso global. El debate internacional continúa, pero los impactos negativos se sienten cada vez más en los territorios. Y es allí —en provincias, municipios y comunidades— donde la transición debe hacerse posible, justa y sostenible.

 

Entre Ríos sale de la COP30 con un mensaje nítido: aun cuando la política climática mundial duda, los territorios no pueden detenerse. Y en esa convicción, la provincia reafirma su responsabilidad —y su oportunidad— de marcar el rumbo.

 

Foto: Gentileza Remar Contracorriente.

(*) Director de Ambiente y Cambio Climático de la Secretaría de Ambiente de Entre Ríos.