Por Jorge Daneri (*). Somos agua. Olvidada o ignorada, negada quizás. No es obra y menos arte en la agenda prioritaria y urgente de los representantes políticos con responsabilidades. En semejante contexto de crisis climática, esto es de una irresponsabilidad dolosa, cosificada, es la victoria coyuntural de la razón productivista y una derrota colectiva impredecible o demasiado predecible.

 

Esta agenda política baila arriba del piano del Titanic (1)

 

Que el proyecto de Ley de Protección de los Humedales del territorio nacional continúe sin ser debatido en el recinto deliberativo de la democracia, es una contundente manifestación de que la dirigencia mayoritaria del país no comprende nada, no se siente y no se identifica como un sujeto de la naturaleza y menos sus derechos y los de ella, que son los mismos y vitales de nuestra propia existencia.

 

¿No se comprende que somos recién llegados en millones de años de vidas por aquí, perdidos en el cosmos? Que, gracias a ellas, las aguas, somos esta bendición de estar en la madre Tierra, respirar, despertar, caminar, contemplar, pensar y amar.

 

Vivimos, ¿vivimos? en esta lucha cotidiana por poder tener más poder, cosas materiales que no necesitamos y más poder. Estamos enfermos de vacío y sin sentidos. La agenda política cabalga sobre nuestra crisis de civilización y no se piensa y menos se acciona para transitar en paz y democráticamente el cambio de época, el más radical, sensible y complejo en la historia del ser humano, historia que no lleva más que algunos pequeños segundos en el milenario transcurrir de la vida en el puntito azul perdido entre el baile de las galaxias y su espacioso vacío creativo y paciente.

 

El proyecto de Ley de Protección de los Humedales espera un milagro político, junto a las redes y articulaciones sociales que la promueven y tienen sí esa comprensión y sensibilidad por mirar más allá, por ejercer la ética del cuidado mutuo desde la convicción y compromiso con la práctica de la equidad intergeneracional y sus derechos en el papel, negados en esta agenda retrógrada.

 

El agua que esculpe y da su razón de existir a los humedales, que los nutre y hace brillar, no es de ningún sector interno partidario, de ninguna corporación extractiva de los bienes comunes, de ningún modelo consumista productivista voraz.

 

El agua bendita en las religiones, es sagrada para cada día, cada beso, cada lágrima, cada sanación, cada respiración, cada higiene, cada refrescada del alma y la vida de nuestro cuerpo inpermanente.

 

Estamos de paso dice el cantor uruguayo Jorge Drexler. Algunos creen que el poder es su sentido de vida eterna. Quizás creen que esas mismas tecno biologías los van a hacer eternos.

 

La política legislativa y presidencial necesita de un milagro, por lo tanto, un sentipensar extraordinario, que las y los diputados se declaren que son agua y honren a su Pachamama, a la vida, a sus aguas que las esculpen y nutren en la belleza de sus almas y cuerpos, milagro, misterio, sagrado proceso increíble y alucinante.

 

No sentirlo y contemplarlo, puede ser un indicador más, de la desoladora realidad de esta crisis de civilización. Que así no lo sea, por todos los seres humanos y no humanos porvenir en este cono sur de glaciares, humedales y cuencas tan generosas, aún.

 

Que el proyecto sea Ley y que la Ley sea un nuevo ser misterio; milenaria caricia que nuestras madres nos vienen brindando con un pañuelo húmedo, con una lágrima de alegría, frente al nacimiento y renacimiento de los mundos de vida, en cada rostro niña, en cada llanto milagroso y esperanzador de los alumbramientos de las vidas.

 

Que la ley sea y que también lo sea y porque no, un renacimiento de otros modos de hacer política.

 

 

  1. ¿Subirse al piano o correr a los botes?”, Carlos Merenson.

 

(*) Abogado ambientalista, integrante de la Unidad de Vinculación Ecologista (UVE) Fundación La Hendija.