Horacio Bertozzi, del estudio Ara-Yví (Tiempo de la tierra, en guaraní); Laureano Galliussi, de la cooperativa Ñacurutú (Gran Búho, también en guaraní); y Giuseppe Mingolla, del equipo La Terrada, son tres experimentados especialistas en bioconstrucción, o construcción natural, o construcción ecológica y viven en Paraná. Esta es la primera entrega de una entrevista múltiple en que ERA Verde propone un panorama de cómo y con quiénes, aquí no más, se puede construir aportando a un mundo energéticamente más eficiente, ambientalmente más sano y humanamente mejor.

Horacio Bertozzi, Laureano Galliussi y Giuseppe Mingolla.

–¿Cuándo empezaste? ¿Cómo llegaste? ¿Te enseñaron esto en la universidad o tuviste, después, que derrumbar una casa con tu mente y reconstruirla con otras materiales?

Horacio Bertozzi. Hace mucho empecé, imaginate que yo caí en la universidad pública en los 90. En ese contexto, tuve que repensarme y reinventarme… aunque no sé si puedo identificar el momento en que dije “me quiero dedicar a la bioconstrucción”. Uno se transforma todos los días y la universidad también: en los programas actuales se ve mucho más sobre construcciones alternativas. El año pasado se hizo una diplomatura en Bioconstrucciones. Yo al recibirme me dediqué a la construcción típica, hasta que ingresé al municipio para trabajar en el Programa de Mejoramiento Barrial (PROMEBA) y ahí aprendí mucho sobre trabajar teniendo en cuenta los factores sociales y las demandas comunitarias. Y desde allí me fui acercando a la bioconstruccion, desde 2008, de a poco, primero leyendo, mirando videos, estudiando; luego ya haciendo talleres prácticos: en Paraná, Santa Fe, Córdoba, Montevideo. Y construyendo cosas, experimentando, conociendo mucha gente; y hoy realizando proyectos y trabajando con algunos.

Laureano Galliussi. Empecé en 2010. Llegué con la necesidad habitacional. Lisa y llanamente: tenía que construir mi casa. Yo venía de la reparación de colisiones de automotores y los últimos años me había abocado a la restauración de autos clásicos. Había comprado el terreno pero el presupuesto de la constructora era muy muy elevado. Y me dije: si un albañil gana más que yo, capaz que tengo que hacerme albañil, ja. Y empecé a investigar y cambié de rubro. A mi casa la construí con aberturas antiguas restauradas, un poco de concreto y un 30% es construcción natural, barro. No tengo estudios universitarios, pero sí tuve que derrumbar algunos prejuicios que se tienen en el mundo de la construcción en relación a la construcción natural. Fue y sigue siendo un trabajo interdisciplinario, con otras personas, con montones de sabidurías que uno va incorporando.

 

Giuseppe Mingolla. Si no recuerdo mal, a los diez años hice mi primera mezcla. En el siglo pasado, en las familias, los niños teníamos un rol en la economía familiar. En una ampliación de la casa de campo la abuela Antonia me enseñó a “apagar” la cal, material tan noble. Lo vendían en piedras y al agregarle agua se encendía, reaccionaba. Producía un humo intenso. Esa ebullición me tenía atrapado. Usábamos piedra y tufa para la mampostería. Mi formación en Italia fue en restauración de palacios, iglesias y castillos, construcciones que nunca dejaron de lado los materiales naturales, no tanto por razones de sustentabilidad sino porque era lo que había disponible. Pero en el mundo escolar y académico en general no se enseña bioconstruccion; es más bien un recorrido específico, tal vez ligado a conservación del patrimonio histórico, cultural, artístico…

–Cuando hablamos de bioconstrucción, ¿qué abarca exactamente el término? ¿Qué se puede bioconstruir, aparte de una casa?

LG: Bioconstrucción tiene que ver con poder construir con los materiales al alcance de la mano; llegamos a un terruño, tenemos árboles que se pueden usar como estructura portante, entonces sería bueno que se puedan usar. Y obviamente reforestar también. Pero más que construir una casa con materiales naturales, bioconstrucción, para mí, es que haya una sabiduría anclada a la casa, que es lo que nosotros llamamos nuestra tercera piel (si la segunda es la vestimenta). Y así… se puede bioconstruir casi cualquier cosa.

 

GM. A ver, la muralla china, por ejemplo, es una bioconstrucción: se han usado los recursos del lugar, el núcleo es de tierra apisonada, la piedra es del lugar y hay distintos materiales de revestimientos que la naturaleza puso a disposición en el área geográfica. Si pensamos en los materiales, hubo utilización racional de los recursos naturales del territorio, es bioconstrucción. Sin embargo, es notorio que adentro de esa tierra pisada están sepultadas las personas que fallecían durante la manufactura. Y poco se habla de la sustentabilidad y sostenibilidad de quien trabaja en este ámbito. Puedo armarte un simposio sobre el mal empleo de los “recursos humanos”, pero este tema requiere un capítulo aparte ya que lo que se debe rever es el sistema capitalista, que se reproduce también en el ámbito de la bioconstrucción. En fin, hay muchas bibliotecas, discusiones de congreso donde los nuevos sacerdotes y sacerdotisas arman sus textos sagrados para justificar ante la comunidad la financiación de sus investigaciones. Y ellos te van a dar definiciones… pero el albañil viene construyendo desde hace miles de años y siempre hubo y habrá alguien que te va a salir con que inventó el agua caliente.

 

–¿Qué es lo más alocado o más raro o más difícil que hayas hecho? ¿Una anécdota?

HB. Recuerdo un hermoso viaje. En 2012 fuimos con tres amigos al Parque Nacional Río Pilcomayo, Formosa, y un día fuimos a visitar una comunidad Qom, cerca de Laguna Blanca. Gran parte de las familias habían recibido viviendas como las nuestras, de cemento, hechas por el gobierno provincial, con fondos públicos. Esas casas fueron construidas al lado de sus antiguas viviendas hechas con materiales naturales: barro, paja, cañas y palmeras caranday. Hablando con los lugareños nos comentaban que sólo ocupaban las viviendas nuevas por cuestiones de hacinamiento, pero que seguían prefiriendo y viviendo en sus antiguos hogares, construidos por ellos mismos con técnicas heredadas de sus ancestros, principalmente por los problemas de aislación térmica que tenían las nuevas casas. La política muchas veces pasa por alto los conocimientos populares, desestimando que en las culturas ancestrales hay técnicas constructivas en tierra de gran valor, eficiencia y que ayudan también a cuidar el ambiente.

 

LG. Cada obra es un desafío. Si bien uno maneja técnicas, cada pedazo de tierra tiene su impronta y decide la acción que se va a efectuar. Por eso, como equipo, en Ñacurutú, cuando intervenimos trabajamos sobre un previo permiso que pedimos al terruño, el equipo que va a ejecutar la obra y los propietarios de la futura casa. Con un tabaco y algunos ingredientes más, que amenizan, se pide permiso, se habla de lo que se va a hacer y por qué: se agrandó la familia… o hace falta un estudio, un laboratorio, un taller, un quincho. Yo diagramo el equipo y dirijo la obra, lo que no quiere decir que no me embarre. Me gusta estar en cada detalle y no me pierdo nada.

Dirijo pero también soy peón, cocinero… lo que haga falta. Y como anécdota, nada, haberme cruzado con personajes que han realmente salvado la obra, aportado un plus que escapa al planeamiento de la obra que hago yo.

 

GM. Todas las obras tienen sus dificultades y anécdotas. Pero lo más atractivo son las relaciones humanas, que sustentan lo demás, la obra. Por ejemplo: de nada me servía construir salas de salud en las comunidades Wichí y Pilagá sin sumergirme en sus culturas. Me refiero a que estuve capacitando a varias comunidades nativas en cercanías del bañado La Estrella, para la construcción de salas de salud, desde un programa nacional coordinaba la UTN Regional Santa Fe, con la cual yo colaboraba. Y es una paradoja decir  “capacitar” a una cultura que ya tenía sus técnicas y materiales… Recuerdo mi necesidad de tener un/a traductor/a cultural para responder a las necesidades según sus lógicas. No era tanto la barrera idiomática, ya que ellos hablaban mal el castellano, como yo, sino el desafío de entender su pensamiento, las articulaciones de su cultura, sus vivencias. Las aldeas llevan nombres como Campo del Cielo, Tres pozos o Rincón Bomba, donde en octubre de 1947 hubo una masacre de la comunidad Pilagá.

Manos a la obra

 

–¿Cómo es tu día cotidiano en obra?

LG. La obra en general se plantea en etapas. Las etapas suelen medirse en semanas: una, dos, tres o cuatro. El día comienza muy temprano. Se trata de tener todo arreglado para las labores del día, previa reunión el día antes. Tenemos muchas reuniones, el equipo de trabajo incluye mucha data humana, sentimental. Nos atraviesan miles de emociones por más que parezcamos por fuera un misil teledirigido que tiene que plasmar algo en concreto en un tiempo estipulado. Confluyen muchas energías. Empezamos después de desayunar, quienes osen desayunar. Yo practico el ayuno hasta mediodía desde hace más de 10 años. Con un matecito y un jugo ya ando. Algunos me critican por comerme un huevo crudo en ayunas a la mañana, ja. Pero yo con eso mantengo mi concentración no tanto en el sistema digestivo sino en mi cabeza y los músculos, que es donde la necesito. Lo cotidiano es mucha alegría, festejo, cuidado… y observar todo, ver qué tarea se puede adelantar. Y ese ojo hace que al final nos fluya muy bien el tiempo.

 

GM. Generalmente abro el juego, comparto, trato de dar vida a los procesos incorporando varias miradas, estimulando que las distintas capacidades y conocimientos dialoguen y se forme una estructura donde los sostenes sean repartidos y recíprocos. Es la misma estructura que empleo en la construcción de los techos: un ensamblaje tridimensional de elementos que se sostienen mutuamente, mirá: https://laterrada.jimdofree.com/actividades/practicas/obra-escuela-chamicay-2013/. No existe el día cotidiano que pueda tomar como parámetro; no es como en “la producción”, un hacer repetido, cotidiano…

 

–Generalmente ¿con cuánta gente trabajás y quiénes son? ¿Hasta dónde te has ido?

HB. Formo parte de un estudio llamado Ara Ivy Bioconstrucciones compuesto por un grupo de trabajo de 5 ó 6 personas: arquitecta, ingeniero ambiental, ingeniero en construcciones y bioconstructores. La división de las tareas se da principalmente por nuestro campo de conocimientos. Si bien está la parte de diseño de proyectos, estructuras e instalaciones sanitarias donde hay un responsable por área, todos participamos de la ejecución de los trabajos. Nos encargamos de la puesta en marcha y ejecución de las diferentes técnicas: realizamos paredes de barro con diversas técnicas, revoques gruesos y finos, hacemos aislaciones térmicas naturales en techos y  paredes y asesoramos a quienes se animen a la autoconstrucción de sus propias viviendas con técnicas naturales. Hemos realizado varios proyectos en Paraná y también en Crespo, Sauce Montrull, La Picada y Oro Verde.

 

LG. Generalmente trabajamos en equipos de entre 4 y 8 personas. Son hermanos, hermanos de la vida. Hermanos con quienes decidí compartir la obra como cooperativo, que tienen mucho conocimiento de construcción. Joaquín es técnico electricista y estudiante avanzado de ingeniería electromecánica y, como su padre es constructor también, también tiene mucha sabiduría de construcción. También está mi otro hermano, Gabriel Iturbide, el Mago, él es mi Oficial de Barro, coordina esa parte, y lo respeto mucho porque estuvo mucho tiempo trabajando con el equipo de El Hornero, de Santa Fe, que son precursores, han hecho muchísimo. Hemos ido hasta el Desierto de Atacama. Nos convocaron para trabajar con la técnica de súper adobe, que es antisísmica, una forma bastante trabada, bastante difícil; los que lo han hecho saben que es menester afinar bien la técnica. Llevó días de prueba y error para hacer las espiras de los domos. Eso lo más lejos. Pero hemos recorrido todo Entre Ríos, Paraná Campaña nos contuvo mucho con trabajo, La Picada, Colonia Avellaneda, Sauce Montrull, Oro Verde, Aldea Brasilera, Diamante, La Paz, bueno… En Santa Fe hemos trabajado en varios pueblitos sobre la ruta 1, Rincón, Los Zapallos, Santa Rosa, Colastiné.

 

–GM. He trabajado en varios países. Las construcciones con tierra me han llevado a conocer Argentina, desde Ushuaia hasta Humahuaca. Ponete un tema de Santaolalla. Para contestarte con quiénes trabajo, permitime citar a Paulo Freire: “Los hombres se humanizan, trabajando juntos para hacer del mundo, cada vez más, la mediación de conciencias que cobran existencia común en libertad. A los que construyen juntos el mundo humano compete asumir la responsabilidad de darle dirección. Decir su palabra equivale a asumir conscientemente, como trabajador, la función de sujeto de su historia, en colaboración con los demás trabajadores: el pueblo”.

 

Marcelo Mangiante

Especial para ERA Verde