Por Darío Dayub (*). Este tiempo y este mundo que nos toca vivir, necesitan de estados que aprendan a mirar las situaciones en donde el ambiente está comprometido desde la mirada misma de este; es decir, desde una «Perspectiva Ambiental». Esto requiere conocerlo en profundidad, entenderlo y empatizar con él, para una mirada que comprenda a toda la vida que hoy está y a la que vendrá en el futuro identificando el impacto negativo o positivo de lo hoy hacemos sobre el mismo

 

La carencia de esta perspectiva se observa en los tres poderes de nuestros estados.

 

Desde el poder judicial tenemos como muestra el reciente fallo de primera instancia que rechazó el amparo ambiental por el arroyo «Las Viejas» en Paraná y que hemos acompañado a partir de una fundada preocupación sobre el destino de los cursos de agua que surcan nuestra ciudad.

 

No alcanza con ser técnicamente impecable, como lo fueron cada uno de los brillantes colegas que debieron dictaminar y resolver en el mismo, a la hora de abordar la temática ambiental. Es necesario comprender cabalmente al ambiente para mirar desde allí el conflicto y no por ejemplo sólo desde la «calidad de vida» de los vecinos linderos al arroyo o desde el cumplimiento formal de ordenanzas menores; es evidente que no se alcanza a ver que el tema y su impacto exorbitan tamaño reducto físico y temporal. Se desconoce que el ambiente es holístico, sin fronteras y atemporal; así lo que sucediera, por caso, en la cordillera impactaría en el Atlántico y en el ciclo del agua de todo el país con consecuencias para hoy y el futuro también. Entonces no mirar un arroyo en el contexto de la crisis de agua dulce que existe en el mundo, con los mayores problemas que eso acarreara en el futuro, y en la necesidad de sanearla para bien de toda una población, actual y futura, colaborando con ello en la solución de un problema mundial es simplemente falta de «perspectiva ambiental». No falta normativa, prueba y demás argumentos vertidos; pues solo se pide un rediseño de la obra más sano y amigable con todos; no faltan herramientas legales falta perspectiva ambiental que les muestre la real dimensión de lo que se debate.

 

De ratificarse el fallo en segunda instancia, estaríamos en las puertas de perder todos nuestros arroyos. Conforme lo anunciara en 2014, nuestro enquistado secretario de Planeamiento y Desarrollo Territorial de la Municipalidad de Paraná, Guillermo Federik, cuando trazó –estando ya en ese cargo– su plan para los arroyos de cara al 2030. A contra mano del mundo y de nuestra vecina ciudad de Rosario; que, alineada con aquel, los sanea integrándolos a la ciudad para salud, reserva y recreación ciudadana.

 

Aquí en Paraná se plantean soluciones del siglo pasado. Se continúa con políticas de ocultamiento de los arroyos, escondiendo «la basura bajo alfombra», tapándolos para que así, servidos como están sus aguas, terminen en el medio del rio sin que nadie los vea.

 

El peligro de pérdida definitiva de nuestros arroyos se hace inminente porque junto a dicho plan se encuentra la particularidad que los Amparos Ambientales, como procesos colectivos, son registrados ante el Superior Tribunal de Justicia y no pueden plantearse dos veces sobre un mismo tema homogéneo. Es decir, no podríamos plantear un amparo similar ante una obra igual pero en otro arroyo de la ciudad. Así de importante es el fallo de segunda instancia que esperamos.

 

Un fuero ambiental ayudaría mucho en paliar esta necesidad de «perspectiva ambiental» en la justicia; porque el ambiente no cuenta con una «ley Micaela» que la asegure en cada funcionario/a. Quedamos librados a la fortuna; y no culpo a las/os jueces, pues no tienen porque saberlo todo. Simplemente doy mi mirada sobre lo que necesitamos como sociedad para que se justiprecien estos planteos del modo en que nuestro único planeta necesita que lo hagamos para un bien eterno.

 

Recuérdese que hasta hace poco el homicidio contra una mujer, por su mera condición de tal, se juzgaba como cualquier otro homicidio simple. Luego se entendió que no lo era, que había que abordarlos desde una «perspectiva de género» que hiciera ver la situación desde el lugar vulnerable que, en tales hechos, se encuentra una mujer, con todas sus peripecias.  Siquiera se aplican en marras los principios «in dubio pro Natura» e «in dubio pro Aqua”; es decir, que en caso de duda se proteja la naturaleza y/o el agua. Como se hace en toda legislación tiutiva  con la parte débil.

 

Y es que en definitiva la Justicia y la ciudadanía, con su toma de conciencia, quizás sean hoy por hoy los últimos reductos desde donde pueda ponerse freno a este atropello ambiental que lo ha colapsado. Y a cada cual le toca hacer su parte, en la defensa del todo, desde el lugar del planeta en donde le toca estar.

 

Y es que de los otros dos poderes del estado -ejecutivo y legislativo- no puede esperarse la inmediata protección que se necesita; pues vienen más rezagados y, muchas veces, son parte del problema.

 

Baste con mencionar la ubicacion y lugar «estratégico» que el Ejecutivo le ha conferido al ambiente provincial en su esquema y organización ministerial. Lo ha relegado reduciéndolo a una simple Secretaria dentro (y debajo) del Ministerio de la Producción y el Turismo. Lo cual marca toda una definición ideológica también; es decir, el ambiente sometido y en función de la producción, mirándolo como una variable mas en su economía. En un absurdo que se cuenta solo, pues no hay producción sin ambiente; por lo que la ecuación debe ser inversa.

 

Necesitamos un Ministerio de Ambiente o una Fiscalía Ambiental que salga de esa anacrónica estructura y de modo autónomo, con perspectiva ambiental, sea garante y fiscal de su protección en cada medida de gobierno que se tome. No como un obstáculo sino como un colaborador para que en cada medida de gobierno sea tenido en cuenta matizándolas con mirada ambiental.

 

Dicho esquema es tan anacrónico que ya casi no existe estado moderno que lo conserve. Hasta Nación tiene al menos su Ministerio de Ambiente y nuestra provincia hermana de Santa Fe también; lo que ha favorecido, con este último, el aporte de información determinante para algunas causas que tramitan ante la justicia local.

 

El poder legislativo (local, provincial y nacional) merece un párrafo aparte; pudiendo durante años levantar mayoritariamente la mano en cada votación crucial donde se definían cuestiones sensibles al ambiente como la salvaguarda de espacios verdes y ecosistemas cruciales. Siendo vencido el ambiente y la gente, en la pulseada de intereses, por los lobbies agrícolas, ganaderos, mineros e inmobiliarios hoy incluso de la mano con gobiernos provinciales. Cabe preguntarnos entonces ¿A quiénes representan «nuestros representantes»?

 

La falta de voluntad política ha sido nuestra condena, por eso la esperanza recaer primero en un inminente cambio de mirada de nuestra sana justicia, junto a la conciencia colectiva.

 

No quiero pensar que la suerte está echada; que esta provincia, que esta ciudad tiene trazado ya su destino fatal como foco del colapso ambiental que se vive. Quiero pensar que aún podemos torcer el rumbo y cambiar estas voluntades políticas genuflexas ante los lobbies o pertenecientes a ambos lados del mostrador como le conocemos a muchas.

 

Merecemos un destino distinto y si bien no pudimos elegir el tiempo en que nos tocó vivir, si podemos elegir como vivirlo y también el que les tocara a las generaciones que vendrán. Es un compromiso con la vida, con la huella que dejamos y con «el bien» en toda su extensión semántica.

 

(*) Abogado, referente ambiental; representante legal de la Asamblea por el Arbolado Paraná; presidente del partido  GEN Paraná.