Por Elizabeth Rodríguez (*). En zonas donde el avance de nuevos emprendimientos inmobiliarios pone en peligro la biodiversidad, la conservación de las especies nativas se convierte en lo urgente. Árboles centenarios de nuestra ecorregión del Espinal, distrito Ñandubay, son talados y quemados junto con algarrobos que germinaron mucho antes del arribo de Cristóbal Colón a América aquí mismo, en Paraná, en la zona de Toma Vieja, la Toma Nueva y el barrio de Los Arenales. ¿Por qué desmontar en un sector que se tiene planificado parquizar?

 

Con la desaparición de estos árboles centenarios, también desaparecen especies de trepadoras nativas como la sacha huasca (Dolichandra cynanchoides Cham.), el peine de mono (Amphilophium carolinae (Lindl.)) y la Passiflora suberosa L. ssp. litoralis (Kunth) Port.-Utl. ex M.A.M. Azevedo, Baumgratz & Gonç.-Estev., frutales como el ubajay (Eugenia myrcianthes Nied), guaranina (Sideroxylon obtusifolium (Roem. & Schult.) T.D. Penn.), y el chañar (Geoffroea decorticans (Gillies ex Hook. & Arn.) Burkart). Y donde un ñandubay resiste ser talado –el mismo que con su genética conserva cientos de años de esta ciudad–, también lo hacen todas las mariposas nativas que rodean la flora, las aves anidan en él, los pequeños réptiles, mamíferos que lo circundan. ¿De qué sirve escapar de las grandes conglomeraciones, de ir hacia donde la vista se encuentra con el río, si se destruye las especies vivas?

CONOCER PARA NO DESAPARECER

 

¿Cómo equilibrar el desarrollo urbano con la conservación de la vida que nos rodea, que las construcciones no destruyan la vida? Brindar a los vecinos los conocimientos sobre la riqueza biológica que los rodea se torna primordial; permitiría valorar y proteger su entorno. Asimismo, una mayor conciencia sobre la biodiversidad local podría influir en la toma de decisiones al adquirir estas tierras, promoviendo prácticas que eviten el desmonte, donde se reconozca el valor patrimonial de los árboles añosos que se encuentran en la zona de la Toma Vieja, la Toma Nueva y el barrio de Los Arenales.

 

Realizar el control de especies exóticas invasoras y revalorizar las nativas, debería ir de la mano de promover un urbanismo que no destruya la vida, sino que la integre. Resulta paradójico que los vecinos buscan refugiarse en estos paisajes con vista al río pero que, en el proceso habitarlos, destruyen las especies vivas que le dan esa identidad y valor.

 

Se elige al aromito (Vachellia caven (Molina) Seigler & Ebinger) como árbol entrerriano, con la participación activa de escuelas y alumnos, pero, contradictoriamente, luego se lo poda, se lo tala, se lo mutila. En estos barrios, los aromitos son arrasados y con ellos desaparecen las pupas de sus mariposas nocturnas y las aves que encuentran refugio y construyen sus nidos en sus ramas. Con esta acción no solo se destruye un árbol, sino que elimina un ecosistema que debería ser protegido.

 

La zona de La Toma ha sido objeto de estudio por parte de destacados botánicos, entre ellos el ingeniero Agrónomo Arturo Eduardo Burkart, quien durante muchas décadas fue director del Instituto de Botánica Darwinion. Burkart estudió la zona de Paraná que conocemos como Toma Nueva y Toma Vieja para clasificar la flora del área. Este trabajo se encuentra en la obra Flora Ilustrada de Entre Ríos, Parte 3. Dicotiledóneas Arcliclamídeas. A: Salicales y Rosales (incluidas Leguminosas), desarrollada entre 1969 y 1978. Incorporar conocimiento y educación con respecto a la zona es proteger nuestra identidad. Y nuestro legado será que todas las especies nativas mencionadas en ése libro no desaparezcan.

 

La Toma Vieja de Paraná, un reservorio inigualable de flora nativa

 

(*) Técnica Universitaria en Jardinería – Matrícula Copaer 2028. Estudiante avanzada en la Tecnicatura Universitaria en Producciones Vegetales Intensivas, Facultad de Ciencias Agrarias, Balcarce Universidad Nacional de Mar del Plata (Unmdp).