Por Jorge Daneri (*). El veto del presidente municipal a la ordenanza de la ética del cuidado del arbolado público, sancionada por unanimidad en el Concejo Deliberante de Paraná, es una demostración más de un debate radicalmente ideológico.

 

No tengo duda del responsable del veto: el arquitecto Guillermo Federik. Su visión de la ciudad es la visión de la planificación y crecimiento del cemento en escala piramidal. Es la visión de las ciudades del siglo XX, las que buscan el cielo sin contemplar el privilegio de los otros mundos que integran la madre Tierra. Es la visión de los rascacielos como expresión divina de la cara más obscura de la globalización y el capitalismo desarraigado de sus raíces.

 

El presidente municipal veta porque está convencido de un concepto de crecimiento ilimitado y porque no se conmueve ante la crisis de civilización, el cambio de época y su incomprensión de que ya chocamos contra el iceberg. No concibe este desfase de 40 grados en primavera es producto humano, pues el aire acondicionado todo lo resuelve; igual Vaca Muerta con sus combustibles fósiles o la megaminería o lo que “sin grieta” alguna dan lecciones frenando la Ley de protección de los Humedales. Es la misma lógica política y es, insisto, una perspectiva ya arcaica de la gestión en la que no hay grietas.

 

El árbol, el arbolado, los bosques y selvas son las que dialogan con los cielos. Deberían ser los dueños de esa interacción de oxígeno, aguas y sombras milenarias.

 

La ciudad del «veto» expresa la ciudad retrógrada del gris uniforme, no la de «todos los verdes». Es la del verde lavado, plástico, frío, una pose, una “marca” publicitaria, sin amores ni diversidades; como el verde único de la soja.

 

La ciudad de los concejales jóvenes, de las generaciones intermedias, de los consensos de esta ordenanza, es la ciudad. Una sociedad política e institucional de algunas esperanzas. La ciudad que brinda algunas ventanas o puerta hacia una transición posible y justa hacia esos otros mundos que nos reconecte con la naturaleza de la humanidad de lo no humano.

 

Es un debate radicalmente ideológico porque deconstruye la lógica del crecimiento gris, ilimitado, hacia un sistema de ideas relacionado con acciones políticas que iguala al ser árbol con el ser madre río, madre cielo, madre tierra, con el ser humano y no con este «tipo humano», en palabras del filósofo Gastón Soublette.

 

Cuando nombramos a nuestros aliados políticos en Sudamérica tenemos que hacerlo con cuidado, porque la “Unión Sudamericana”, como dice el presidente de Colombia Gustavo Petro, en sus acuerdos con el electo Lula Da Silva en el Brasil sobre la Amazonia, son los que exponen el futuro posible de esos otros mundos, para salvar éste. Y ese futuro no es el “veto del Beto”. Nada que ver. Este veto expone un pensamiento ideológico retrógrado y que dejó de ser progresista en este siglo. Es el pasado que nos llevó a esta instancia de quiebre, de choque, de desastre, del que tenemos que salir con consensos como los celebrados en el recinto honorable que sancionó lo nuevo, lo distinto, la transición de los árboles verdes, como abrazo a las transiciones que sí o sí se deben aventurar urgentemente.

 

Ojalá el Concejo Deliberante celebre la transición hacia una sociedad democrática desde el seno de los consensos y pueda ratificar como un acto de celebración de las vidas y la política su ordenanza de ramas, flores y pájaros, transformándose así en un sujeto más de la naturaleza, de la Pachamama.

 

Apreciado abrazo de río y árboles, señores concejales.

 

(*) Concejal de Paraná mandato cumplido (1987-1991). Integrante de la Unidad de Vinculación Ecologista (UVE) de Fundación La Hendija Paraná.