Por Luisina Gareis (*). Un martes de noviembre fuimos convocados a compartir un momento de encuentro cultural por la defensa de nuestra tierra, nuestro patrimonio natural que hoy está siendo ferozmente asediado. Festival “El Grito de la Tierra” fue el título que músicos, artistas, poetas, pintoras, entre distintos trabajadores y trabajadoras de la cultura le dieron a las intervenciones artísticas que denuncian el sufrimiento de los ecosistemas. Un grito que también es para alentar el cuidado de la madre-tierra. Con un carácter federal, el festival se llevó a cabo en diferentes lugares del país a partir de la iniciativa de los integrantes de la Convocatoria por la Naturaleza como Sujeto de Derechos (Conasud). Esta es la crónica de lo que sucedió en Paraná, en su carácter litoraleño que, como no podía ser de otra manera, se llevó adelante a orillas del río Paraná
En los galpones del Puerto Viejo, el pasado 5 de noviembre, la decoración del escenario de la Sala Mayo era modesta y contundente. Además de wiphalas, había dos carteles de colores que expresaban el deseo colectivo de quienes allí estábamos reunidos: “Entre ríos sí. Entre llamas no” y “Sanos y limpios queremos nuestros ríos y arroyos”. La actividad se nutrió de sucesivas intervenciones donde se intercalaban poemas, relatos, músicas, cantos y colores. Se recitaron versos que invitan a una lucha por la defensa de nuestros paisajes. Se leyeron los efectos del cambio climático en nuestra tierra (sequías, inundaciones, aguas contaminadas, tierras empobrecidas, extinción de especies) debido a los negocios que se hacen con nuestros recursos naturales o bienes comunes al exportar naturaleza como dice el periodista Darío Aranda, en aquella introducción que leyó Enzo Culasso Orué.
Se tocaron guitarras, acordeones, cuerdas vocales, flautas, pianos y palmas. También se percutieron instrumentos con poderosas manos que retrataron paisajes de nuestra Abya Yala. Se pintaron peces, pájaros, carpinchos, camalotes, arroyos, entre otros elementos de nuestro paisaje entrerriano atravesados por la pregunta “¿Qué agua vas a tomar?”, en la intervención de la artista plástica Alicia Puchi Guerreiro.
Sonidos en sus diferentes gramáticas narraron la existencia de aviones que arrojan agrotóxicos en nuestros campos; denunciaron la expulsión de los trabajadores rurales por el acaparamiento y concentración de las tierras; y avizoraron el ecocidio planificado que se respira en cada desmonte. Se narró que los pájaros han huido de nuestras ruralidades así como los hijos de los peones fueron reemplazados por máquinas. Se recordó a los mineros de Chile, a los pescadores de arroyos y a los trabajadores rurales entrerrianos. Se alagó a nuestro hermoso río Paraná. Se habló de las semillas que rompen asfaltos.
Participaron, arriba y abajo del escenario. personas con canas y otras sin pelo, otres que aún van a la escuela, algunes ya acostumbrados/as a las grandes tablas y otres con menos experiencia. Bailaron revoleando polleras y cabellos debajo del escenario. El carácter inter-generacional del evento fue notable.
Se mencionaron algunas celebridades que estaban presentes: referentes de la lucha por un mundo un poco más justo. Se hicieron invitaciones para repudiar la intención de aprobación de la Ley de “fitosanitarios» como le llaman desde los poderes concentrados a los agrotóxicos y a la Ley de incentivo a grandes inversiones RIGI/RINI en nuestra provincia.
Se hicieron agradecimientos al municipio por las instalaciones y el sonido ya que es una actividad sin fines de lucro. Es decir, que todas las personas que participaron lo hicieron desde el corazón porque entendemos la urgencia del movimiento para dejar de lastimar nuestro mundo.
Se habló de las luchas, se recordó a los que ya no están, se celebró a quienes resisten y se organizan hoy en día. La jornada terminó con un canto colectivo que recuerda nuestras aguas serenas, las verdes islas y sus habitantes. Hubo risas y ovaciones, también lágrimas y digna rabia. “Todos somos del río” decía Azul recordándonos lo tan alejados que estamos de estas aguas que nos dan vida, identidad, felicidad y razones para luchar.
(*) Antropóloga.
