No es la primera vez que fumigan a esta familia afincada en el Sexto Distrito del departamento Gualeguay. En 2017, a menos de cinco metros, los rociaron. Ahora, en el cuarto día de confinamiento por la emergencia del Coronavirus, los volvieron a pulverizar, acorralados y sin escapatoria no pudieron salir de su vivienda. Tos, dificultades para respirar, mareos y vómitos fueron las consecuencias en el cuerpo de Lidia, la mujer de la casa. La policía no intervino, como tampoco lo hizo en la denuncia anterior.

 

“Es mi salud con la que están jugando”, cuenta Lidia Rosana Moreira, de 50 años, que vive con su familia en la ruralidad del Sexto Distrito en Gualeguay. Lidia padeció una vez más en carne propia la pulverización sin control en el campo vecino. Lidia vive con su pareja, de 70 años, su madre de 92 y su hijo. El 24 de marzo, a las 18.30, una maquinaria de tipo mosquito que trabajaba en el lote lindero los roció con pesticida que les llegó por acción del viento que corría hacia su morada. La deriva venenosa llegó a la casa donde la familia en cuarentena sanitaria, impuesta por el Ejecutivo nacional. Allí quedaron guarecidos, pero la toxicidad los alcanzó igual, implorando que todo pase rápidamente.

 

Extenuados

 

“No me puedo mover de la cama”, contó Lidia este miércoles, narrando que nadie llegó a su vivienda para tomar su denuncia ni constatar su estado de salud. La policía hizo una visita de rigor, sólo eso, por orden de la Fiscalía interviniente de Gualeguay. La Justicia tomó nota a instancias del aviso que les efectuó el Foro Ambiental local. “No soy la misma Lidia”, cuenta Moreira, haciendo alusión a la primera fumigación que padeció en 2017. Es por eso que ahora le dio “alergia, se me cerró el pecho, con vómitos y mareos”, describe.

 

Desde el episodio anterior la mujer quedó muy afectada en su salud, como lo quedaron todos los árboles frutales de su patio que murieron en poco tiempo. Entonces el campo de al lado de donde vino la fumigación lo alquilaba Carlos Flores, un acaudalado agricultor de Victoria que cuenta con varios terrenos arrendados en la zona. El caso de 2017 llegó a ser denunciado, pero no prosperó en la Justicia porque la Policía del lugar nunca notificó a la víctima que debía presentarse para ratificar sus dichos. Lidia no tiene un buen recuerdo de esa situación. “El señor decía que de ninguna manera el grifosato hacía mal”. En un encuentro Flores también increpó a Lidia que, según cuenta, la intimó a desistir de su acusación, algo que fue innecesario porque la causa cayó y el hombre fue sobreseído.

 

Esta vez el responsable de las fumigaciones fue el grupo Maiocco Cereales de Victoria, quien ahora trabaja el campo de donde partió la deriva con agrotóxicos que pertenece a una sucesión, la de Herminia L. Méndez de Boterri y otros. Fue como aquella vez, a la misma hora, dice Lidia, “a las 6 y media de la tarde”. En 2017 “estábamos sentados, con mi hijo y mi pareja, a cinco metros y nos taparon en polvo”.  Esta vez, el 24 de marzo de 2020 fue casi igual. Fue en la misma jornada que en conmemoración del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en el documento anual, la Multisectorial de DD.HH. de Entre Ríos le exigió al gobernador Gustavo Bordet una “transición urgente y necesaria hacia un modelo de producción agroecológico basado en la obtención de alimentos sanos y culturalmente apropiados, y en el cuidado de la biodiversidad de nuestra tierra. Este modelo químico de agricultura extractivista arremete con nuestros suelos, tornándose improductivos para las generaciones futuras, depredando los últimos espacios de montes nativos y de biodiversidad en nuestros territorios. La producción de alimentos sanos y nutritivos es una obligación en materia de derechos humanos que viene de la propia Constitución Nacional”.

 

De la Redacción de ERA Verde