Por Roque Pedace (*) El 15 de febrero se conmemoro el Día de los Glaciares. En Argentina tenemos razones para hacerlo todos los días.  Argentina es el primer país del mundo en tener una ley específica de preservación de los glaciares.

 

En 2008 se aprobó la Ley Nº 26.418 denominada de Protección de Glaciares que fue vetada y después de dos años de campaña mediante se logró revertir el veto presidencial de su primer versión, y se logró votar en 2010 la normativa con el Nº 26.639. Como lo recuerda el lobby minero, la ley se ha transformado en la principal barrera para  proyectos de inversión gigantescos en alta montaña. La reciente rebelión mendocina en defensa del agua parte de esa misma lucha contra la corporación minera mundial Barrick Gold y sus hermanas llevan su marca.

 

Lo que es menos conocido que la ley incluye otra palanca para una batalla aún más importante para la humanidad. En su artículo 10º, inciso b, se estipula que la política climática en el nivel nacional e internacional debe formularse para servir los fines de la ley. Esto no es otra cosa que detener y revertir el cambio climático en curso ya que este es el único medio por el cual se preservarían los glaciares en acelerado proceso de retracción.

 

Desde 2010 los sucesivos gobiernos han ignorado esta obligación legal que es aún más exigente que la más ambiciosa aspiración del Acuerdo de Paris: mantenerse debajo de 1,5° C de aumento de temperatura global. La única forma de mantener la isoterma de cero grados °C  que es la línea de vida de los glaciares es enfriar el planeta. No es otra cosa que dejar de emitir gases de efecto invernadero y promover su  remoción de la atmosfera por encima de toda otra urgencia en las próximas dos décadas.

 

El argumento que formalmente han presentado una y otra vez  las autoridades competentes es que la tarea excede al gobierno argentino ya que se trata de un problema global y que las acciones locales no harían diferencia sustantiva. Realismo cínico climático: Para qué cumplir con la Ley si los demás países no harán su parte. Mutatis mutandis el mismo cinismo con que se trata el acelerado ascenso del nivel del mar, fenómeno físicamente inseparable del retroceso glaciario.

 

Este año Argentina tiene la oportunidad de llevar a la política climática en el nivel internacional el mayor compromiso imaginable: La línea de su Contribución Nacional a 2030  y de su Estrategia de largo plazo la trazaron los glaciares de la Madre Tierra.

 

 

Foto: Miriam Durán.

(*) Integrante de Encuentro Verde por Argentina; docente de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), investigador sobre políticas tecnológicas en energía y cambio climático.