La Asociación Civil Luz del Ibirá fue elegida por la organización Tagma Internacional para llevar adelante la construcción de un espacio ecológico educativo innovador. Será en Entre Ríos y el primero de su tipo en la Argentina
Mariana Acosta, profesora de Biología y Geografía de la ciudad de Concordia, guardaparques y licenciada en Tecnología Educativa dialogó en el ciclo de la Fundación Eco Urbano en Radio UNER Paraná. En la charla, la educadora ambiental habló sobre la Escuela de Formación Agroecológica que impulsa desde la Asociación Civil Luz del Ibirá y anunció la buena nueva: “Entre Ríos tendrá su primera aula sustentable” que va a ser financiada por la organización Tagma de Uruguay, que se dedica a desarrollar proyectos innovadores con eje en educación y sustentabilidad en Latinoamérica.
–Cuándo decís que sos Educadora Ambiental, ¿qué estás diciendo?
–Afortunadamente mi pasión por todas las cuestiones naturales las pude ir canalizando dentro de mi profesión. Yo soy docente de Biología y Geografía. También soy guardaparques, me gusta aprender sobre temas relacionados con el ambiente. Además, soy Licenciada en Tecnología Educativa. Entonces para no mencionar todos estos títulos, mejor organizo todo alrededor de la educación ambiental que es lo que me apasiona. Y por eso me presento como Educadora Ambiental”.
-Contanos un poco, en el marco de las actividades de Luz del Ibirá, acerca de que Entre Ríos va a tener su primera aula sustentable.
–Yo te amplío la información. Va a ser la primera aula de Argentina. Tuvimos el privilegio con Luz del Ibirá de que la organización internacional Tagma, que tiene su sede en Uruguay y que ya ha hecho algunas otras propuestas en Latinoamérica, nos eligiera. Hizo una escuela ambiental en Chile y otras tres en Uruguay, y esta es la primera propuesta que hace de un aula ambiental en Argentina. Este proceso de elección en sí mismo fue un regalo porque nos invitaron a participar. Había otras organizaciones ambientalistas, tanto de la región, como de Colón, Paraná y de Federación, que al enterarse de que nosotros estábamos postulados, ellos decidieron bajar su candidatura de tener el aula ambiental en sus ciudades y nos dejaron a nosotros”.
–Luz del Ibirá viene desarrollando una serie proyectos muy interesantes, ¿Pero esto del aula va relacionado a la Escuela de Formación Agroecológica?
–Nosotros tenemos el proyecto ya en marcha. Y le decimos proyecto porque siempre se van modificando distintos aspectos, de escuela secundaria en formación en agroecología y conservación. Por supuesto que el aula ambiental no es sólo para los chicos de nuestra escuela, sino, como todo lo que hace Luz del Ibirá, es abierto a la comunidad. Entonces, todas las escuelas de la región van a poder venir a hacer talleres, no sólo el recorrido específico, sino también actividades con nosotros.
Como escuela de formación en agroecología nosotros tenemos un aspecto importante, que hemos proyectado hace tiempo, que son círculos de aprendizaje. En esos círculos se dan relaciones interinstitucionales con otros espacios educativos tanto formales como no formales. Y sobre todo porque la agroecología no puede ser acotada. La agroecología tiene que ser transversal, abierta, porque esta debe ser enseñada de esa manera. Entonces esta aula ambiental nos viene como un regalo específico para nuestro proyecto.
Recuperando saberes para la soberanía alimentaria
–Venís liderando desde Luz del Ibirá, pero también como educadora ambiental, estos saberes perdidos que tienen que ver mucho con reconocer y poder incorporar las especies, ya sea de plantas, flores y demás, que sean tanto medicinales como comestibles. ¿Qué reflexión podes hacer de estos aprendizajes, de estos saberes y como hoy son tan importantes en un contexto donde la alimentación, la soberanía alimentaria, son conceptos políticos fundamentales?
–Cuando hablamos de soberanía alimentaria, muchas personas no entienden lo que significa y muchas veces se bastardea ese concepto sin entenderlo, y por ahí se tergiversan otras cosas. La soberanía alimentaria justamente hace referencia a que la población, la comunidad pueda elegir el tipo de alimentación que quiera. Pero para poder elegir, la gente tiene que conocer. Tiene que tener opciones de elección. En este momento no tenemos muchas para elegir. Las propuestas que tenemos en las góndolas no son muy sanas, y las que son sanas no son accesibles. Nuestra propuesta de alimentos está empobrecida, tiene muy pocos nutrientes, mucha caloría vacía y, sobre todo, elementos que no son para nada sanos. Entonces tenemos productos, por ejemplo, que están aditivados, que tienen que ponerle color, sabor, que son procesados de esa forma para abaratar los costos.
Nosotros proponemos rescatar principalmente el valor comida que tienen las especies silvestres y no convencionales. No convencionales porque no están en un supermercado, pero sí están dentro de lo que es la gastronomía originaria, y también en otros países dentro de la comida regional. Lo que pasa es que de este lado del mapa tenemos bastante contaminada la alimentación con otros alimentos que no son originarios. Perdimos ese saber que tenían nuestros abuelos. Porque como ellos vivían en el campo tenían contacto y sabían de plantas, así como también la población originaria que tiene guardado ese saber cómo un gran tesoro.
–Están haciendo un trabajo muy interesante con la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), desde la Facultad de Ciencias de la Alimentación.
–Nosotros la mejor forma que tenemos para mostrar lo que hacemos es con la comida, degustando, y quizás llevamos mucha agua a nuestra a favor, cuando ese alimento no es nada diferente al convencional, como la preparación de una tarta, por ejemplo. En vez de tener acelga cosechada con agrotóxicos, tiene por ejemplo hojas de mora, lengua de vaca o llantén, que son alimentos y plantas que crecen de forma espontánea y por lo tanto nutritivas. En el sentido de que no tienen ningún aditivo extra, y además tienen los alimentos necesarios para crecer en una determinada etapa del año. Por suerte gente de la UNER, que participa de esos eventos, vio ahí una oportunidad de avanzar sobre otros alimentos no convencionales y ya tenemos tres proyectos que están en etapa de desarrollo. Uno es sobre el valor alimentario de las acacias negras, que son un gran problema ambiental, pero son un potencial alimento. Otro es el de las levaduras nativas para vino, como para identificar nuestro terroir, y el último sobre nutrientes para darle un valor nutricional real a esos alimentos que son caloría vacía, como pueden ser por ejemplo las harinas. Eso son los proyectos en los que avanzamos junto con la Facultad de Ciencias de la Alimentación con la que tenemos un convenio de colaboración mutua.
Fuente: Fundación Eco Urbano.