La problemática acerca de qué destino darle a las pilas y baterías en desuso es un dilema extendido. En Argentina se tiran alrededor de 360 millones de pilas por año, pero no se cuenta con un tratamiento para este residuo que se considera parte del flujo habitual de descarte doméstico. El subsecretario de Ambiente de Paraná anticipó a ERA Verde las posibles alternativas que plantearía el municipio y explica qué pueden hacer hoy vecinas y vecinos con ese desecho potencialmente peligroso. A nivel nacional y mundial algunas propuestas sustentables giran en torno a plantas especializadas para el tratamiento y reutilización.

 

La situación se encuentra en una encrucijada: la falta de legislación, la ausencia de presión estatal acerca del tema y el escaso cuestionamiento de la sociedad sobre el modo de consumo, hacen que sea un tema complejo y sin aparente salida a corto plazo. Ante este panorama, ¿qué se puede hacer y qué acciones se realizan?

 

En Paraná

 

La falta de gestión a nivel nacional a lo largo de los años y la escasez de recursos, infraestructura y normativa, también repercute en la ciudad. Tampoco hubo iniciativas municipales para solucionar el problema. El subsecretario de Ambiente, Facundo Varrone, anticipa a este sitio: “El municipio explora alternativas posibles, y planea una estrategia con distintas actividades”. Dentro de la misma, Varrone destaca la futura redacción de una ordenanza que regule el tema, la insistencia en la Responsabilidad Extendida del Productor (REP), la recolección diferenciada y el fomento de la prevención, investigación e innovación.

El funcionario añade: “Buscaríamos trabajar con la comunidad para generar lugares de recogida específicos para pilas y baterías, que estarán distribuidos en supermercados, comercios, paradas de colectivo y algunos edificios”. Esta iniciativa ya fue impulsada por otras ciudades de la provincia, como Nogoyá, con el proyecto “Ponete las pilas”, o Gualeguaychú. Esta última localidad envió casi dos toneladas de pilas y baterías a una empresa privada para su tratamiento en 2019, tras una campaña de recolección.

 

Entre las recomendaciones del municipio a las y los ciudadanos acerca de qué hacer con las pilas y baterías, la principal sugerencia es almacenarlas transitoriamente en botellas, alejadas del alcance de niños o personas de riesgo, en un envase de plástico. Cuando se llenen los recipientes, se debe avisar al Centro de Recepción de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEEs) de la Municipalidad, o al teléfono 4201821.

 

También Varrone explica la importancia de tomar conciencia acerca de esta cuestión, y que se generen espacios de debate y reflexión. Además, llama a reducir el consumo de las pilas y baterías, y a optar las recargables y las alcalinas sin mercurio. “Una buena forma de empezar es visibilizar el tema, generar interés y espíritu propositivo”, señala el subsecretario.

 

Por qué son peligrosas

 

Según un informe realizado en 2016 por el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), las pilas y baterías son consideradas un residuo peligroso, que se incluye dentro de los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEEs). En este sentido, en muchos tipos de pilas se prohibió la utilización de mercurio, pero las utilizadas en audífonos o equipamiento médico tienen hasta un 30% de este metal pesado, lo cual las torna sumamente dañinas. Además, si bien es cierto que las alcalinas duran más y son más resistentes a derrames, ese blindaje no es ilimitado.

 

Para la ingeniera ambiental, Gisela Maydana, la dificultad de los residuos peligrosos es “que tienen la particularidad de tornarse nocivos cuando entran en desuso”, lo cual convierte su tratamiento en un aspecto clave. Además, Maydana alerta que “la gente tiene una política de quemas para reducir el volumen, lo cual agudiza el problema”. Y esto es algo que se advierte cuando al llevar a cabo esta actividad, algunos sectores de Paraná se inundan de una niebla espesa y turbia.

 

Los metales y compuestos de las pilas, al entrar en contacto con el aire o el agua, pueden contaminar los suelos, el agua o la atmósfera. Asimismo, el mercurio es considerado cancerígeno. Otros elementos, como el níquel o el cadmio, que actualmente sí están presentes en las pilas comunes, pueden acumularse en riñones, el tracto digestivo, provocar alergias o asma.

 

Qué debería hacerse

 

En el diálogo con ERA Verde, la especialista indica que esta situación es muy grave y compleja: “No se les está dando a estos residuos peligrosos el tratamiento como tales. Esto afecta directamente a la salud y al ambiente”. Y detalla que este manejo implica el transporte, el almacenamiento y la disposición de los mismos.

 

De todas las alternativas, un buen ejemplo proviene de La Plata. En 2015 se inauguró la Planta Piloto Multipropósito (PLA.PI.MU), como laboratorio de investigación y desarrollo de la Universidad Nacional de La Plata. Allí se recuperan los metales en las pilas agotadas, y se evita la contaminación a la vez que se reintroducen en la industria. La planta es capaz de reciclar 80 kilos de pilas por mes, lo que equivale al consumo de una población de 8.000 habitantes. Sin embargo, hasta ahora ningún municipio o empresa montó una planta similar.

 

Si bien existen alternativas como la cementación o la vitrificación, para Maydana la opción más efectiva es el relleno de seguridad, aunque es más costoso. Se trata de una obra de ingeniería que impermeabiliza el suelo para contener los residuos, y permite el enterramiento controlado. “Es el destino final. Un almacenamiento que se le da al residuo hasta que haya una solución mejor”, explica la profesional ambiental.

 

El marco legal

 

A nivel internacional existen múltiples normativas que condujeron a reglamentar y reducir la utilización de los compuestos más nocivos para la salud y el ambiente. En Argentina, la Ley Nacional N°24.051 de Residuos Peligrosos incluye a las pilas y baterías dentro de los mismos, como parte de los RAEEs. Sin embargo, esta norma excluye a los residuos domiciliarios. Entre Ríos adhirió a la norma mediante la Ley Provincial N° 8.880.

 

El único lugar del país que tiene una legislación específica para el tratamiento de pilas y baterías es la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Mediante la Ley 2.214, sancionada en 2006, se creó un registro de generadores, transportistas y operadores de estos residuos peligrosos, y se prohibieron las eliminaciones que no conducen a la recuperación de los recursos. En 2005 CABA sancionó la Ley N° 1.854 de Gestión de Residuos Sólidos Urbanos, en la cual se diferencia a las pilas y baterías de los demás residuos. Así, se pone a cargo del reciclaje y la disposición final de las mismas a los productores, importadores y distribuidores. Lo mismo sucedió en 2008, mediante la Resolución 262/08, que definió esa responsabilidad para con las pilas reutilizables.

Además, en 2018 CABA aprobó la Ley N° 5.991 de Gestión Ambiental de pilas en desuso, que considera que estos desechos no pueden ser quemados ni enterrados. Esa normativa también define un futuro plan de gestión, que definirá cómo encarar su tratamiento y disposición. Asimismo, establece que quienes producen y venden pilas en la ciudad deberán hacerse cargo de su tratamiento cuando entren en desuso, basado en el principio de REP.

 

En Europa, la European Battery Recycling Association (ERBA) es una asociación que se encarga de fomentar el reciclaje de las pilas y baterías agotadas, desde 1998. En Francia y Alemania, por ejemplo, existen procedimientos de tratamiento para todas las pilas y baterías. De hecho, en 2017 Argentina exportó un contenedor con 400.000 pilas usadas a Francia, el equivalente a 10 toneladas, para su reciclaje. Este conteiner aguardaba desde 2009 en la aduana, y las empresas importadoras costearon el envío.

 

Responsabilidad compartida

 

Para Maydana, hay tres elementos fundamentales en esta problemática: la REP, la responsabilidad de los/as consumidores/as, y el rol del Estado. La ingeniera considera fundamental el rol de los productores: “Las empresas son las que tienen la tecnología para recuperarlas y tratarlas. Además, se fomentaría la tecnología verde”.

 

En nuestro país no existe legislación que regule ese principio fundamental, que involucra a las empresas con el tratamiento de los desechos. Esto sucede pese a que no se fabrican pilas en el territorio nacional, y el 90% del mercado de importaciones de pilas alcalinas está concentrado en tres empresas: Newsan (Duracell), Rayovac y Energizer.

 

En cuanto al consumo, destaca: “Si bien se dejaron de usar aparatos como el reloj, hoy se utilizan muchos celulares, que traen baterías incorporadas y no se pueden separar”. Durante 2019, se produjeron 56 millones de toneladas de RAEEs en todo el mundo, de los que forman parte las pilas y baterías. “La presión debería venir por parte de los Estados, pero la sociedad no se está cuestionando el modelo y la forma de consumo”, dice Maydana.

 

Paraná no está exenta de una problemática que tiene muchas variantes y es muy compleja, y afecta al país, la región y el mundo. Hasta el momento, la falta de gestión, presupuesto y legislación prevalecen sobre el cuidado del ambiente y la salud. Mientras tanto, las pilas siguen acumulándose, quemándose o derramando sus compuestos al suelo y a la tierra.

 

 

Aquiles Díaz

Pasante de las Prácticas Curriculares de la carrera de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Educación (FCEdu) de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER).

Para la Redacción de ERA Verde.