Por Andrés Barbagelata (*).  Nací y viví en Paraná hasta que me fui a estudiar a Córdoba donde me recibí de arquitecto en el año 2001. Luego viajé a Europa a conocer todas las obras que había estudiado y me habían inspirado en mi época de estudiante. Me quedé allá trabajando y estudiando por varios años. Desde entonces, combiné mis dos pasiones: la arquitectura y los viajes. He viajado todos estos años por Asia, África y Latinoamérica y lo sigo haciendo. He tenido la suerte de estar y conocer cientos de ciudades, de las más diversas. Paraná sigue siendo una de las que más me gusta. Y lo reafirmo cada vez que regreso. Ese hecho natural imponente que es el río, la naturaleza que se expande entre las islas y pareciera no tener fin, las barrancas con su vegetación y la ciudad como telón de fondo. Siempre admire al arquitecto Tays y su proyecto del Parque Urquiza, donde realzó la belleza de su privilegiado enclave logrando unos de los parques urbanos más bonitos del mundo.

 

Con los años cada vez que regreso, como dije, me sigue sorprendiendo la hermosura de la ciudad, pero también me sorprende y espanta el desarrollo urbano, visiblemente sin un plan estratégico, me asusta como la especulación inmobiliaria, de una manera incomprensible, nos va privando más y más de espacios que deberían ser gozados por todos. Nunca me voy a olvidar de la vez que regresé de un viaje y lo que era la mejor playa de la ciudad, río arriba, con el agua más limpia y con las mejores vistas se había convertido en un barrio privado con un manojo de casas para algunos pocos. Nunca pude superar eso y jamás lo voy a entender. Otro año regresé y me encontré con el Centro Provincial de Convenciones. No voy a cuestionar la importancia menos la necesidad de un complejo así para la ciudad; pero uno supone que semejante proyecto podría ser un hito. Hemos visto en diferentes partes del mundo como un proyecto de envergadura puede transformar una ciudad, darle impulso y visualización, ser la imagen. Por tanto, un proyecto así ameritaba la convocatoria a un concurso de ideas para lograr un producto que represente a la ciudad. Pues no, y por eso tenemos ese edificio, una estructura moderna que podría estar ahí o en cualquier parte del mundo y pasar desapercibido o peor, ir en detrimento del paisaje urbano como considero sucede.

 

O lo que se convirtió, tanto funcional como estéticamente, el mercado municipal, a contramano de lo que sucede desde el primero al tercer mundo, donde el mercado es una referencia de la producción local, punto, hasta de visita turística. La ausencia de obras y ocupación de la costa en Puerto Sanchez. Sería larga la lista de errores u horrores a nivel urbano que hemos cometido en estas últimas décadas.

 

También con los años, regresando me encontré con una maravilla a la cual no teníamos acceso y hoy se puede disfrutar de unas hermosas vistas del río, que es el Parque Nuevo. Andar y caminar por esas barrancas, me resultaba entrar en el mundo de las ideas, por el potencial que tiene ese parque para hacer tantas cosas y tan importantes para la ciudad: jardín botánico, senderismo, bosque nativo, museo del río, campos deportivos, y las infinitas posibilidades que tiene ese parque para desarrollarse. Sin embargo, el paso de los años y de los diferentes gobierno municipales que no han invertido ni diseñado un plan para ese parque, lo ha ido convirtiendo en un basural, y poco a poco va siendo usurpado.

 

Estos días me embarga una profunda tristeza, me mandaron el video comercial de un proyecto que ha sido aprobado para desarrollarse sobre avenida Estrada, un enorme edificio en la primera línea del río. Me resulta una aberración a nivel urbano. Un edificio que cambia completamente la fisonomía urbana, que niega las barrancas, que hace de tapón a la ciudad y al parque nuevo, que no tiene ninguna relación con el entorno ni en su forma ni en su escala, que niega al tradicional barrio de pescadores de Bajada Grande y la historia de la ciudad que se empieza a desarrollar desde la Baxada y se comunica por esa importante vía costera que es la avenida Estrada.

 

Ahora voy viajando en bicicleta camino a la cordillera de los Andes, pensando mucho qué es esto del desarrollo, como sociedad, como seres humanos. En estos tiempos tan raros, para el ser humano, para la naturaleza, con nuestro río tan bajo que asusta. Será un ciclo natural o la respuesta de la naturaleza a una sociedad que avanza -o mejor, retrocede- sin la más mínima consciencia de los efectos de nuestras acciones en nuestro entorno. Sin la más mínima consciencia de nuestra huella ecológica. Yo me pregunto: cuándo llegaremos al límite o cuándo se nos impondrá el límite, cuál será el límite también de nuestra paciencia como sociedad, de no dejarnos atropellar así por los intereses económicos de unos pocos, para el beneficio de unos pocos.

 

No se trata de no hacer, de no responder a la necesidad de vivienda, a la presión del crecimiento demográfico, si no de crecer en armonía, con creatividad, con amorosidad, con respeto al otro, a lo Otro, con un plan que desarrolle una ciudad para todos, que reafirme su condición de ciudad paisaje y siga siendo -al menos para mí- una de las ciudades más lindas del mundo. Tenemos todo para que así sea. Depende de nosotros.

 

(*) Arquitecto.