Por Jorge Daneri (*) El mundo se frenó. En el medio de una crisis de salud que genera grandes tristezas en todas las comunidades, pasa algo desconocido. Por primera vez en décadas se ven nuestras ciudades de una perspectiva de cierta tranquilidad, y silencio. De aires puros y azules. Mucha gente comienza a preguntarse si es deseable, si es necesario y aun posible un regreso a la normalidad de lo que ya fue.

 

Un creciente número de sociedades diversas está decidiendo que no se quiere volver a lo que fue. Deciden que las ciudades tienen que volver a generar bienestar, a reconfigurar comunidad y a permitir que todos se puedan sentir sanos y seguros en ellas.

 

La mayoría de los países están buscando la manera de abrir sus sociedades, de dejar el aislamiento sin aumentar innecesariamente el riesgo de una segunda ola de contagio del Covid-19. Por supuesto esa apertura paulatina presenta desafíos mayores a las ciudades grandes, donde los intercambios y los encuentros humanos tienen una alta frecuencia. Uno de los factores de mayor preocupación es el transporte público: el riesgo de contagio del virus es mayor en los subte, los tranvías o los micros, ya que son utilizados por miles y a veces millones de personas en un solo día. No existe duda que por los hechos de desigualdad en todas nuestras sociedades, son los trabajadores empleados en las fábricas, comercios, como de los sistemas de salud y educación pública, además de las administraciones del Estado, los que ganan menos y usan en gran parte esos medios de transportes.

 

Reconociendo la vulnerabilidad y delicado de estos escenarios, ciudades como Londres y Paris, Ámsterdam y Buenos Aires, entre otras (1) están rediseñando los espacios públicos. Básicamente, se están creando espacio para las bici y los peatones, sacando los autos de la vía pública. De esa forma, los que antes dependían del transporte público, se pueden mover con seguridad, sin ser dueños de un automóvil y sin congestionar las ciudades.

 

Con el expresidente municipal Julio Solanas primero –durante su segundo mandato–, y luego en las dos gestiones de Sergio Varisco, hemos propuesto desde organizaciones ecologistas un convenio inter-institucional y social entre Ámsterdam y Paraná, monitoreado y acompañado por organizaciones socio-ambientales y otras. La misma idea ahora está en manos de la flamante responsable de Ambiente y Acción Climática de la ciudad, Vanesa Zehnder, a quien valoramos enormemente en la función pública por su formación y convicciones; así como acompañamos su gestión y sus sinergias en todas las políticas públicas que se puedan posibilitar para la nueva gestión democrática de gobierno.

 

Son tiempos de un radical cambio de época para el mundo y nuestra escala cotidiana, y Paraná puede ser un ejemplo en esto.

 

El presidente municipal de Paraná, el gobernador de la Provincia de Entre Ríos, quienes trazan las políticas de Estado, no puede negar que ahora es, inapelablemente, el tiempo de la cultura de la bicicleta, lo que demanda también manos a las obras.

(1)

C40: LAS CIUDADES UNIDAS CONTRA EL CAMBIO CLIMÁTICO

https://www.ramcc.net/

https://www.buenosaires.gob.ar/agenciaambiental/cambioclimaticoyenergiasustentable/participacion-internacional/grupo-de-liderazgo-climatico

(*) Abogado, integrantes de la Unidad de Vinculación Ecologista (UVE) de Fundación La Hendija de Paraná, Entre Ríos. Miembro de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.

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